Eclo 3,2-6.12-14 / Sal 127,1-2.3.4-5 (R.: cf. 1) / Col 3,12-21 / Lc 2,41-52
Opción año C: Sam 1,20-22.24-28 / Sal 83,2-3.5-6.9-10 (R.: cf. 5a) / 1Jn 3,1-2.21-24
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Eclesiástico 3,2-6.12-14
El Señor honra más al padre que a los hijos y afirma el derecho de la madre sobre ellos.
Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros.
Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece, será escuchado.
Quien respeta a su padre tendrá larga vida, y quien honra a su madre obedece al Señor.
Hijo, cuida de tu padre en su vejez y durante su vida no le causes tristeza.
Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor.
Porque la compasión hacia el padre no será olvidada y te servirá para reparar tus pecados.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 127,1-2.3.4-5 (R.: cf. 1)
R/. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.
Ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3,12-21
Hermanos:
Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.
Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.
Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.
Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor.
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimos.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,41-52
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua.
Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Palabra del Señor.
Opción año C:
PRIMERA LECTURA
Entrego a Samuel al Señor para toda la vida.
Lectura del primer libro de Samuel 1,20-22.24-28
En aquellos días, Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, diciendo:
—“Al Señor se lo pedí”.
Pasado un año, su marido Elcaná subió con toda su familia para hacer el sacrificio anual al Señor y cumplir la promesa. Ana se excusó para no subir, diciendo a su marido:
—“Cuando destete al niño, lo llevaré para presentárselo al Señor y que se quede allí para siempre”.
Ana se quedó en casa y crió a su hijo hasta que dejó de tomar la leche materna.
Entonces subió con él al templo del Señor, en Silo, llevando un novillo de tres años, una medida de harina y un odre de vino.
Cuando mataron al novillo, Ana presentó al niño a Elí, diciendo:
—«Señor, te ruego que me escuches, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti, rezando al Señor. Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición. Por eso se lo entrego al Señor para toda la vida, para que sea suyo».
Después se postraron ante el Señor.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 83,2-3.5-6.9-10 (R.: cf. 5a)
R/. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
se alegran por el Dios vivo. R/.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación. R/.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido. R/.
SEGUNDA LECTURA
El Padre nos llama hijos de Dios, y lo somos.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3,1-2.21-24
Queridos hermanos:
¡Miren qué amor nos tiene el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues en verdad ¡lo somos! El mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos ya hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza para acercarnos a Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.
Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó.
Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que él nos ha dado.
Palabra de Dios.
Aleluya Cf. Hch 16,14b
Ábrenos el corazón, Señor,
para que aceptemos las palabras de tu Hijo.
El Evangelio es el mismo señalado más arriba.