Ciclo A – Cuaresma – Semana 03 – Martes
21 de marzo de 2017
(RV).- Ser perdonados y perdonar: un misterio difícil de entender. Se necesita la oración, el arrepentimiento y la vergüenza. Lo afirmó el Santo Padre Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice hizo hincapié en la importancia de ser conscientes de la maravilla que Dios realiza en nosotros con su misericordia, para que, a nuestra vez, podamos ejercerla con los demás. Y puso en guardia ante la hipocresía de “robar un falso perdón” en el confesionario.
El perdón es un “misterio difícil de entender”. El Papa desarrolló su reflexión a partir de la Palabra propuesta por la liturgia del día, mediante la cual la Iglesia —dijo— nos hace “entrar en este misterio”, el de la gran “obra de misericordia de Dios”.
La gracia de la vergüenza es el primer paso hacia el misterio del perdón
Y el “primer paso” —explicó el Francisco— es la “vergüenza” de los propios pecados, una “gracia” que no podemos “obtener solos”. El “pueblo de Dios” triste y humillado, es capaz de probar esta gracia, tal como narra el Profeta Daniel en la Primera Lectura. Mientras el protagonista del Evangelio no logra hacerlo: se trata del siervo perdonado por su patrón a pesar de sus grandes deudas, pero que, a su vez, es incapaz de perdonar a sus deudores. “No entendió el misterio del perdón”, subrayó el Papa Bergoglio.
“Si yo pregunto: ‘¿Pero todos ustedes son pecadores?’. –‘Sí, padre, todos’. –‘¿Y para obtener el perdón de los pecados? –‘Nos confesamos’. –‘¿Y cómo vas a confesarte?’. – ‘Bueno, yo voy, digo mis pecados, el sacerdote me perdona, me dice que rece tres Avemarías y después vuelvo en paz’. ¡Tú no has entendido! Tú sólo fuiste al confesionario a realizar una operación bancaria, a hacer un trámite de oficina. Tú no fuiste avergonzado allí por lo que hiciste. Viste algunas manchas en tu conciencia y te equivocaste, porque creíste que el confesionario era una tintorería para sacar las manchas. Fuiste incapaz de avergonzarte de tus pecados”.
En el confesionario no se debe robar un perdón ficticio, sino ser conscientes de la misericordia divina
Por lo tanto, el perdón recibido de Dios, la “maravilla que hizo en tu corazón —prosiguió diciendo el Obispo de Roma— debe poder “entrar en la conciencia”, de lo contrario, “sales, encuentras a un amigo, a una amiga, y comienzas a hablar mal de otro, y sigues pecando. Sólo puedo perdonar si me siento perdonado”:
“Si tú no tienes conciencia de ser perdonado, jamás podrás perdonar. Jamás. Siempre está esa actitud de querer hacer las cuentas con los demás. El perdón es total. Pero sólo se puede hacer cuando yo siento mi pecado, me avergüenzo, tengo vergüenza, y pido perdón a Dios, y me siento perdonado por el Padre. Y así puedo perdonar. Si no, no se puede perdonar, somos incapaces de ello. Por esto el perdón es un misterio”.
El siervo, protagonista del Evangelio del día —subrayó una vez más el Santo Padre— tiene la sensación de “haberse salvado”, de haber sido “astuto”. En cambio, no entendió la “generosidad del patrón”. Y cuántas veces —dijo Francisco— “saliendo del confesionario sentimos esto, sentimos que nos salvamos”. Pero esto —aclaró— no es recibir el perdón sino “hipocresía de robar un perdón, un perdón ficticio”:
Perdonar siempre y con generosidad
“Pidamos hoy al Señor la gracia de entender este ‘setenta veces siete’. Pidamos la gracia de la vergüenza ante Dios. ¡Es una gran gracia! Avergonzarse de los propios pecados y así recibir el perdón y la gracia de la generosidad de darlo a los demás, porque si el Señor me ha perdonado tanto, ¿quién soy yo para no perdonar?”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).