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Experiencias de encuentro y hermandad en el Congreso de Adultos Jóvenes

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Lima, 21/11/17 (MVC Noticias – Perú). Del 2 al 5 de noviembre se llevó a cabo el I Congreso Internacional ‘Los desafíos que vivimos hoy’ donde participaron diversos adultos jóvenes del Movimiento de Vida Cristiana (MVC) en el mundo. En esta oportunidad, recopilamos algunas experiencias que diversos participantes nos han compartido sobre este importante encuentro de la familia espiritual.

● Laura Duarte (Colombia):

Sin duda el Congreso fue una experiencia de comunidad, de sentirse nuevamente parte de un movimiento que va mucho más allá de un país y una cultura. Fue recordar que somos miembros de una familia espiritual de la cual todos hacemos parte hace varios años y en la que hemos recorrido muchos caminos. Desde el primer día tuve una experiencia de renovación espiritual muy fuerte por sentirme profundamente amada por Dios y sentirme en casa. Pero, sobre todo, por saber que todos estábamos ahí por una sola razón: el querer seguir sirviendo a Dios con nuestra vida entera pero ahora desde nuestra nueva realidad de jóvenes adultos, desde nuestra vocación y profesión.

Creo que lo más importante de este encuentro fue que nos permitió poder pensar y cuestionarnos en qué podemos aportar nosotros al MVC, cómo podemos ayudar en este momento de dificultad apostólica por el que estamos pasando en los diferentes países y ciudades, el cuestionarnos y hacernos ver la responsabilidad tan grande que tenemos con las generaciones que vienen detrás de nosotros y con aquellas que estuvieron para nosotros siempre dándonos su mano al igual que con los consagrados y religiosos. Y precisamente, esto es lo que espero de aquí en adelante, el poder mantenernos como un nuevo grupo de amigos que estamos dispuestos a sacar al MVC adelante a través de nuestro trabajo, apostolado, vida de oración, vocación y amistad de una forma creativa e innovadora y siempre con la mirada Cristo.

● Ana María Tiguas (Ecuador):

El congreso fue una experiencia muy renovadora para mí, de toparme de nuevo con mi corazón emevecista y poder escuchar las otras realidades que se viven en los demás países, que son muy parecidas a las que vivimos en Guayaquil. Lo mejor de todo fue saber que uno no está solo, ya que, con todos los que fueron, forjamos un ambiente de comunidad muy bonito que continúa hasta ahora y que espero que se fortalezca con el tiempo.

Para mí son ahora claros los varios desafíos que debemos enfrentar como jóvenes adultos en cada ámbito de la vida, es ahí donde Dios nos pide ser respuesta y hacer apostolado. Del congreso salieron algunas propuestas que, espero, cada delegación las plasme en las realidades de sus países y así poder ir caminando por donde Dios nos pide con su ayuda y la de María.

● Alejandro Quirós Ivankovich (Costa Rica):

Mi experiencia es que los desafíos y crisis que se viven en esta etapa de la vida, tan propia del mundo actual, afectan a todos los adultos jóvenes, dentro y fuera de la Iglesia. Pero aún así, para la mayoría, la sensación es de cierta soledad en ese caminar. El poder compartir mis experiencias, luchas y anhelos con otros emevecistas durante este congreso han hecho sentirme realmente acompañado, comprendido y acogido. El calor de la familia espiritual me ha renovado en mis anhelos de vivir una vida que valga la pena y ha avivado la confianza en que esto es posible, porque Jesús y María están con nosotros.

Estoy convencido de que será clave entender la responsabilidad que tenemos sobre nosotros mismos y sobre los demás adultos jóvenes, porque el acompañamiento mutuo y una vida comunitaria edificante serán apoyos indispensables para vivir los desafíos que se presentan en nuestras vidas. No podemos esperar a que otros nos den las respuestas, porque “al que mucho se le da, mucho se le pide” y he podido observar que cada uno de los participantes del congreso hemos recibido muchos dones de Dios a lo largo de nuestras vidas.

Nuestra espiritualidad siempre se ha caracterizado por querer reconciliar las dificultades que aquejan al ser humano y es por eso que después de este congreso yo espero que podamos ser respuesta y poner nuestros dones al servicio del MVC, de la Iglesia y del mundo entero.

● Giuliana Lazzarotto (Costa Rica):

Desde la primera vez que tuve la oportunidad de compartir con algunos de los participantes, hasta la última despedida, sentí que había algo particular en cada uno de ellos. No sólo me sentí acogida, si no que un cariño natural surgió de cada uno al compartir momentos llenos de autenticidad. ¿Por qué autenticidad? Porque cada gesto, cada palabra, cada acción surgían desde lo más profundo de cada uno; era fácilmente reconocible el rostro de Cristo en cada uno de ellos, combinado con un conjunto de personalidades que sin duda alguna hacían de esa experiencia, un encuentro sumamente enriquecedor, interesante y entretenido.

Darme cuenta de que mi familia espiritual sigue viva y que existen personas con los mismos cuestionamientos y desafíos, pero sobretodo anhelos y aspiraciones de ser santos, es algo que se convirtió en un motor para seguir en este camino que vale la pena recorrer hasta el último día. Así que no me queda más que agradecer a cada uno de los que de alguna manera fueron parte de esta experiencia, pues más que amigos, los considero parte de mi familia, una familia que reza, acompaña y se apoya las 24 horas del día aunque existan océanos de por medio.

● Luis Héctor Muñoz (Perú):

El congreso ha sido un espacio propicio para poder reflexionar y cuestionarme sobre la vida cristiana y los desafíos que tenemos como laicos adultos en un mundo tan acelerado y novedoso. Después de este encuentro, salgo con la convicción clara de que por más desafíos que nos toquen vivir, “la nueva juventud cristiana” es el motor, que necesita el mundo, para ir a lo esencial; evangelizando con creatividad todos los ámbitos en los que nos toque despegarnos, como en nuestros círculos sociales, hogares, proyectos, etc. De esta manera nuestro trabajo debe ser entendido, por nosotros, como un don de Dios, un espacio privilegiado para responder a una misión concreta, con los que nos rodean, viviendo la caridad en cada una de las acciones de nuestro día.

● Vi-anne Metsiko Davanres (Filipinas):

Venir del país más lejano, Filipinas, fue desafiante. Tenemos diferentes razas, culturas y hablamos diferentes idiomas, pero el lenguaje del amor —nuestro amor por Dios— nos une. Las personas que conocí hicieron, y aún me hacen sentir, que realmente somos una familia. Yo pertenezco a esta familia

Estar allí no fue una coincidencia, fue el plan de Dios. Sé que mi experiencia con este viaje entero me ayudará mucho a profundizar más mi relación con Dios y mi compromiso con la comunidad y la iglesia.

Estoy muy agradecida por la oportunidad de ser parte del Primer Congreso Internacional para Jóvenes Adultos. Esta ha sido una buena plataforma para hablar sobre los desafíos que todos enfrentamos en este momento y las propuestas para ayudar a vivir mejor nuestra vida cristiana.

● Damián Perez (Argentina):

El congreso fue una ocasión para reencontrarme con ese “primer” amor por el cual uno eligió vincularse y formar parte de esta familia espiritual. Este amor lo identifico con anhelo de santidad, alegría de vivir el Evangelio en comunidad y ardor apostólico, características que describen muy bien lo que fueron los cuatro días del congreso y lo que vivimos entre todos los participantes, así que creo que no puedo pedirle más al Señor.

Para lo que viene, particularmente en Argentina, tenemos que arrancar de cero ya que hoy no hay actividades ni espacios para los adultos jóvenes; pero a su vez, estoy muy contento con el desafío que Dios nos pone por delante, confiando mucho en su amor y providencia.

● Pia Venegas (Chile):

Este congreso renovó el amor de Dios que me cautivó desde temprana edad. Mi corazón permanece fiel con la alegría–dolor de la vida, particularmente en los tiempos de cruz, en la realidad de nuestra familia espiritual y en los dolores de una Iglesia que, si bien es santa, también es pecadora. La realidad que nos toca vivir es de respuesta no exenta de temores, siempre expectantes, inquietos, tal como los apóstoles bajo la guía maternal de María.

El congreso fue un reflejo de la alegría, de vivir en comunidad el hecho de que el Señor resucitó, de que no estamos solos y de tener la certeza que el mensaje es real y no un invento. Dios está con nosotros. Ahora nos toca salir al anuncio, salir como los apóstoles después de Pentecostés, llenos del Espíritu Santo y muy agradecidos del don recibido. Debemos anunciar la buena nueva, ir a contarle al mundo, a las periferias existenciales, que estamos llamados a amar y ser amados, a vivir una vida plena, llena de sentido, y a servir a Dios a través de los hermanos.