Artículos Opinión

Wimbledon y las tradiciones

 

Estamos presenciando el torneo de Wimbledon, el campeonato más tradicional del tenis. Es uno de los 4 campeonatos mayores de ese deporte. Se realiza en el All England Lawn Tennis and Croquet Club, en Londres. Junto a Roland Garros en Francia y a los Abiertos de Australia y Estados Unidos, conforma el Grand Slam.

Wimbledon nos conecta con la historia misma del tenis. Eso se nota en muchos elementos. Una de las cosas más notorias es que se juega sobre pasto y no sobre cemento o arcilla. También llama la atención del público que la ropa de los jugadores y jugadoras es totalmente blanca. No se acepta que la marca del fabricante del material deportivo sea de otro color.

Un dato curioso es que, con excepción de la final masculina, ningún partido es jugado en un domingo. El campeonato respeta ese día de descanso, que para los cristianos es además el día de culto. El torneo empieza un lunes y no en un domingo, como viene dándose en otros Slampor razones comerciales. El Middle Sunday es el domingo intermedio, donde se realiza un receso a la mitad de las dos semanas de competencia.  

También es posible observar que los soportes de la red que dividen la cancha son de madera, como en el pasado. La indumentaria de los árbitros de silla y de línea son muy elegantes. Los colores distintivos de Wimbledon son siempre el morado y el verde. Finalmente, algo impresionante: ¡La marca de pelotas utilizadas es la misma hace más de 100 años! Es una marca que sólo se usa ahí, fornecida por la misma empresa por más de 1 siglo.  

No siempre esas tradiciones son aceptadas pacíficamente por todos. Hay los que no están de acuerdo con lo estricta que son las reglas para las ropas y otros que reclaman por la superficie resbaladiza. Las críticas se han repetido por décadas, pero hoy nadie puede negar que uno de los grandes atractivos de Wimbledon son estas tradiciones.

Y es que, de cierta forma, Wimbledon y sus costumbres nos conectan con la historia del tenis. Mantener ciertas tradiciones ayudan a que la identidad de ese deporte permanezca fiel a su esencia.

En nuestras vidas pasa algo parecido. No se trata de ser tradicionalistas, pero sí de valorar tradiciones (culturales, familiares, religiosas, etc.) que contienen valores que nos recuerdan quiénes somos.

El mundo no empezó ayer. Las cosas tienen historia, tienen un por qué. Incluso en la era digital lo vemos: el símbolo de los e-mails es un sobre de carta, el logo de Whatsapp es un modelo antiguo de teléfono y el aplicativo de fotos de los celulares es representado por una cámara.  

Las tradiciones nos conectan con la historia. No para quedar aferrados a ella o para repetir lo antiguo sólo porque siempre fue así. Es justamente por lo contrario: para recordar que la vida es una permanente renovación, pero siempre en continuidad con nuestra esencia.

© 2017 – Alexandre Borges de Magalhães para el Centro de Estudios Católicos – CEC