Kenneth Pierce B.
FE, Lima 2010, 196 pp.
En su Segunda Carta, el Apóstol San Pedro propone un conjunto de virtudes que configuran «un camino concreto para alcanzar una vida cristiana genuina, fructífera y duradera» (p. 13), es decir, un itinerario de crecimiento en la fe que se conoce como la Dirección de San Pedro. Kenneth Pierce nos ofrece en este libro una profundización en el contenido y la dinámica interna de ese itinerario a través de la presentación sistemática «de las virtudes propuestas por el Apóstol y de su armónica concatenación» (p. 19). Constituye, así, una significativa contribución para poner la Dirección al alcance de todo aquel que quiera avanzar con paso firme y seguro en la vida cristiana. La obra sitúa esta cadena de virtudes en su contexto escriturístico y espiritual, como expresión de la opción prudente por seguir un camino concreto para alcanzar la santidad y la felicidad anheladas.
Sus contenidos se encuentran divididos en dos partes claramente diferenciadas. En la primera —«de carácter algo más técnico», como señala el mismo autor (p. 18)— se expone con una vasta documentación los aspectos fundamentales de la investigación exegética relacionada con la Segunda Carta de San Pedro. Con claridad y rigor aborda los argumentos históricos —entre los que destacan las fuentes patrísticas—, filológicos, hermenéuticos y teológicos que permiten afirmar tanto su canonicidad como su autenticidad, saliendo al paso de las polémicas impulsadas por corrientes inspiradas en el racionalismo bíblico.
En la segunda parte, de carácter propiamente espiritual y al mismo tiempo práctico, el autor pasa a tratar de las virtudes que San Pedro ofrece como sendero a seguir para «un caminar “inteligente” y práctico» hacia la santidad o, más precisamente —siguiendo las palabras del Apóstol— para «hacernos partícipes de la naturaleza divina» (v. 4). Presenta cada virtud en la secuencia propuesta por el texto petrino —cuya estructura ordenada y ascendente es representada por la figura de la escalera— haciendo una breve exégesis de los términos con que son designadas: areté, gnosis, enkráteia, hypomoné, eusebéia, filadelfía y agape. En cada caso, ese significado es enriquecido por una iluminación cristológica y espiritual, así como por aplicaciones prácticas de enorme valor para avanzar cotidianamente en la vida cristiana.
Esas aplicaciones evidencian, además, el carácter eminentemente dinámico del sistema, ya manifestado en el mismo texto de la Epístola que en sus versículos 5 y 10 exhorta insistentemente a «poner el mayor empeño» para avanzar en la fe, y añade que éste debe orientarse a afianzar la propia vocación y elección «por las buenas obras». Tal empeño supone, antes que nada, la primacía de la gracia, «absolutamente indispensable para cualquier crecimiento y despliegue en la vida cristiana» (p. 73); y, al mismo tiempo, nos sitúa ante la necesidad de cooperar con ella «poniendo medios concretos, esforzándose, siendo diligente, con una actitud activa en la vivencia de las virtudes» (p. 74).
A lo largo de la obra destaca el acento cristocéntrico que caracteriza el sistema, cuyo fin es precisamente ayudar a la persona en su avance hacia la plena configuración con el Señor Jesús. Junto con ello, aparece nítidamente su profundo alcance antropológico. Así lo enfatiza Pierce, al subrayar cómo el proceso de crecimiento en la virtud que el itinerario petrino propone «debe alcanzar todas las dimensiones de la persona, buscando que ella en su totalidad —cuerpo, alma y espíritu— se vea transformada por la acción de la gracia en un despliegue auténtico, armonioso, reconciliado» (p. 104).
«La experiencia de caminar siguiendo la Dirección de San Pedro —señala el autor— ha mostrado que cada una de las “virtudes” o “pasos de la escalera” propuestos en 2Pe 1,5-7 tiene dentro de sí varios elementos que deben también ser vividos y profundizados para avanzar por el camino de las virtudes principales» (p.79). Si bien no se detiene en ellos en esta ocasión, al concentrarse en el sentido general de cada una de las virtudes y en la dinámica con que están organizadas, ofrece una clave fundamental que permite emprender con muchos frutos el recorrido de este camino espiritual.
Fernando Vidal C.