P. Jaime Baertl
Vida y Espiritualidad, Lima 2014, 159 pp.
Rezar no es algo fácil. Si bien todo cristiano sabe que la oración es esencial para mantener una relación fecunda con Dios, ciertamente a lo largo de su vida ha ido descubriendo las dificultades que se experimentan para que la oración sea realmente un encuentro con el Señor. «La oración no se debe dar por descontada; hace falta aprender a orar, casi adquiriendo siempre de nuevo ese arte; incluso quienes van muy adelantados en la vida espiritual sienten siempre la necesidad de entrar en la escuela de Jesús, para aprender a orar con autenticidad», nos enseñaba el Papa Benedicto XVI (Catequesis, 4/5/2011).
El sacerdote sodálite Jaime Baertl, tras largos años de consejería espiritual y experiencia pastoral, ha constatado que en la oración, «tan importante o más que compartirle a Dios nuestras alegrías y dolores, nuestras preocupaciones y anhelos, es aprender a escuchar lo que Él nos quiere decir» (p. 6). Pero eso no es sencillo a causa del bullicio y el ruido en el que vivimos hoy en día. Además, nos dice el autor, «en nuestro deseo de escuchar al Señor que sale a nuestro encuentro no siempre tenemos la seguridad de que los pensamientos o experiencias interiores que nos vienen a la mente y al corazón provienen de Él» (p. 6). Muchas veces el orante no encuentra las palabras adecuadas, y la oración se vuelve ardua, subjetiva o simplemente fría. Ante esa situación, el p. Baertl ha publicado esta pequeña obra, que permitirá al lector no sólo escuchar al Señor en la oración, sino también rezar con las palabras adecuadas, previamente elegidas en la Sagrada Escritura.
No se trata, sin embargo, de una simple selección de textos de la Biblia. Viene a ser, antes bien, un libro de oraciones que reproducen la voz de Dios mismo. En efecto, la Palabra divina viene a ser el mejor medio por el cual el hombre y la mujer orantes son introducidos en el coloquio con el Señor. «Dios que habla nos enseña cómo podemos hablar con Él» (Benedicto XVI, Verbum Domini, 24). Basta pensar en los Salmos y en los diversos himnos transmitidos en la Sagrada Escritura. En ellos, las palabras que los hombres han dirigido a Dios se han vuelto también Palabra de Dios. Y como la Palabra divina se ha revelado plenamente en la persona del Verbo Encarnado, se percibe en la obra del p. Baertl la unidad de la Sagrada Escritura en torno al Señor Jesús. Es decir, que si bien los textos citados en cada capítulo son de diversos libros de la Biblia, todos ellos guardan una profunda unidad y sintonía puesto que son realidad en Cristo, que invita al lector a que viva iluminado por Él, la Palabra Viva.
Escuchar la Palabra es escuchar a Jesucristo. El Papa Francisco advierte que «cuando no rezamos, lo que hacemos es cerrar la puerta al Señor. Y no rezar es esto: cerrar la puerta al Señor, para que no pueda hacer nada. En cambio, la oración, ante un problema, una situación difícil, una calamidad, es abrir la puerta al Señor para que venga… para que pueda hacer algo» (Homilía, 8/10/2013).
Todo cristiano debe rezar, y en toda circunstancia. La selección de pasajes bíblicos de esta obra abarca más de sesenta temas, todos ellos muy existenciales, de modo que ante muchas situaciones el lector podrá encontrar un medio para abrir la puerta de su corazón al Señor en la oración y escuchar lo que Él le quiere decir.
Por el estilo de la redacción, que se vale de la paráfrasis cuando el texto no es citado literalmente, el lector experimenta siempre la voz de Dios mismo que le habla en primera persona, como en un diálogo cercano y familiar. Además, el formato pequeño de la presente edición favorece ese propósito: el libro puede ser llevado fácilmente, y ser utilizado tanto en el hogar como en el trabajo, tanto en las visitas al Santísimo Sacramento como en un posible viaje.
«Estoy a la puerta… Escúchame» constituye un valioso instrumento para la vida espiritual de todo cristiano que se quiere dejar interpelar por la Palabra divina. Al lector no le toca más que abrir el oído y el corazón, ejercitarse en la escucha y en la acogida de lo que Dios le quiere comunicar, y como Santa María, guardar y meditar sobre las profundas experiencias vividas con su Hijo (ver Lc 2,19.51). Escuchando la voz del Buen Pastor, el cristiano descubre sus divinos pensamientos y planes, se abre a su amor, y se deja conducir al gozo y a la paz que sólo Él puede dar.
Ricardo Braz.