El Pontífice relata que ante la inminencia de su muerte, Jesús alienta a sus discípulos diciéndoles que “no se quedarán solos”, sino que con ellos estará siempre el Espíritu Santo, el “Paráclito”, que “está al lado, para sostener y consolar”, como indica su nombre en griego.
La misión del Espíritu Santo
El Santo Padre recuerda entonces cuál es la “misión” del Espíritu Santo y dice:
Francisco puntualiza que “precisamenta ésta es también la ‘misión de la Iglesia’, llevada a cabo a través de un estilo de vida preciso, caracterizado por ciertas exigencias: la fe en el Señor y la observancia de su Palabra; la docilidad a la acción del Espíritu, que hace vivo y presente continuamente al Señor resucitado; la acogida de su paz y el testimonio de ella con actitud de apertura y de encuentro con los demás”.
Iglesia, comunidad en camino
El Papa habla a continuación de las condiciones necesarias para realizar esta tarea: “la Iglesia no puede permanecer estática” – asegura – sino que “está llamada a actuar como una comunidad en camino, animada y sostenida por la luz y la fuerza del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas.
De esta manera, prosigue el Santo Padre, “es el Espíritu de Dios quien nos guía y guía a la Iglesia, para que resplandezca el auténtico rostro de la Iglesia, bello y luminoso, querido por Cristo”.
Corazones abiertos al Espíritu del Señor
En la conclusión, la invitación del Obispo de Roma a abrir nuestros corazones al Espíritu Santo para que nos “guíe en los caminos de la historia”. Y la invocación a la Virgen María, “humilde y valiente” colaboradora del Espíritu Santo en la Encarnación del Hijo de Dios, “para que nos ayude también a dejarnos instruir y guiar por el Paráclito, y poder así “acoger la Palabra de Dios y dar testimonio de ella con nuestra vida”.
María Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano