Como cada miércoles, esta mañana el Pontífice ha celebrado su Audiencia General y ha pronunciado una catequesis propia para este tiempo en el que nos encontramos, ofreciendo algunos puntos para prepararse a la celebración de la Navidad. El primer punto de reflexión ha sido el consumismo que ha secuestrado la Navidad: “Es importante que no se reduzca a fiesta solamente sentimental o consumista, rica de regalos y de felicitaciones pero pobre de fe cristiana. Por tanto, es necesario frenar una cierta mentalidad mundana, incapaz de captar el núcleo incandescente de nuestra fe”. Francisco, insiste en que el cristiano “sabe que la Navidad es un evento decisivo, un fuego perenne que Dios ha encendido en el mundo, y no puede ser confundido con las cosas efímeras” de hecho – dice – incluso quien no cree “percibe la fascinación de esta festividad”.
Por otro lado recuerda que la Navidad también nos invita a reflexionar, por una parte, sobre la dramaticidad de la historia, “en la cual los hombres, heridos por el pecado, van incesantemente a la búsqueda de verdad, de misericordia, de redención”; y, por otro lado, sobre la bondad de Dios, “que ha venido a nuestro encuentro para comunicarnos la Verdad que salva y hacernos partícipes de su amistad y de su vida”.
Además, continúa el Papa: “Dios no nos ha mirado desde arriba, no ha pasado de largo, no ha sentido asco por nuestra miseria, no se ha revestido con un cuerpo aparente, sino que ha asumido plenamente nuestra naturaleza y nuestra condición humana. No ha dejado nada fuera, excepto el pecado: toda la humanidad está en Él” y esto – señala – “es esencial para comprender la fe cristiana”.
Dejarse llevar por el estupor de como ha venido nuestro Salvador al mundo
Al final de su catequesis, Francisco ha insistido en la importancia de reflexionar delante del pesebre: “el pesebre es una catequesis de aquella realidad, de aquello que ha sucedido en aquel año, aquel día, que hemos escuchado en el Evangelio”. En este sentido, el Pontífice ha invitado a retomar la Carta Apostólica que escribió el año pasado “Admirabile signum” (Signo admirable) y siguiendo las huellas de San Francisco de Asís, nos convirtamos un poco en niños y permanezcamos contemplando la escena de la Natividad, para dejar que renazca en nosotros el estupor por la forma “maravillosa” en la que Dios ha querido venir al mundo. De hecho – subraya – “pidamos la gracia del estupor”, pues esto “hará renacer en nosotros la ternura”, esa que “solo nos puede traer Dios” y que hoy “necesitamos”: “¡tenemos tanta necesidad de caricias humanas, delante de tantas miserias!” ha exclamado Francisco.
“Si la pandemia nos ha obligado a estar más distantes, Jesús, en el pesebre, nos muestra el camino de la ternura para estar cerca, para ser humanos. Sigamos este camino”: es la recomendación final del Pontífice en este 23 de diciembre.
Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano