Mirada que sale al encuentro
El Papa recuerda los detalles del relato: “Pedro y Juan se dirigen allí a rezar hacia las 3 de la tarde: es la misma hora en que se ofrecía el sacrificio, y en la que Cristo murió en la Cruz. Al ver al paralítico, los apóstoles lo miran y le piden que él a su vez los mire, creando así una relación, una relación de miradas, un encuentro real entre personas, que es donde a Dios le gusta manifestarse. A continuación, Pedro le dice: «No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y camina», y tomándolo de la mano lo levantó”.
Paradigma de los excluídos
El lisiado, paralítico de nacimiento -dice el Papa- es «un paradigma de los muchos excluidos y descartados de la sociedad». Y añade: “Es el rostro de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de todos, y que vive el arte del acompañamiento que se caracteriza por la delicadeza con que se acerca a la tierra sagrada del otro; así nuestro caminar tendrá el ritmo sanador de la projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión y que, al mismo tiempo sana, libera y alienta el madurar en la vida cristiana”.
Ayudar a otros a levantarse
El Papa concluye afirmando: «No olvidemos: la mano siempre extendida para ayudar al otro a levantarse; es la mano de Jesús la que a través de nuestra mano ayuda a otros a levantarse».
El Papa saludó a los peregrinos italianos, recuerda que al día siguiente del 9 de agosto la Iglesia celebra la fiesta de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), Virgen y mártir, compatrona de Europa: «Invito a todos a mirar sus opciones valientes, expresadas en una auténtica conversión a Cristo, así como en el don de su vida contra toda forma de intolerancia y perversión ideológica».
También saludó a los peregrinos de lengua española provenientes de España y Latinoamérica. “En particular saludo a la Hermandad Nuestro Padre Jesús Hospitalario, de Ciempozuelos, acompañados de su obispo Mons. Ginés García Beltrán. Pidamos al Señor que nunca olvidemos que la verdadera riqueza de nuestra vida está en su amor infinito, y que nos esforcemos en compartirlo también con los demás. Que Dios los bendiga”.
Manuel Cubías – Ciudad del vaticano