Ciclo C – Tiempo Ordinario – Semana 16 – Domingo
21 de julio de 2019
El Señor siempre nos sorprende
Francisco precisa que cuando el Señor viene a visitarnos a nuestra vida, “todo debe ser dejado de lado”, porque “su presencia y su palabra están por encima de todo lo demás”. “El Señor siempre nos sorprende” – asegura – y “cuando realmente lo escuchamos, las nubes se disipan, las dudas dan paso a la verdad, los miedos a la serenidad, y las diferentes situaciones de la vida encuentran su justo lugar”.
Saber escoger la mejor parte
“Se trata de hacer una pausa durante la jornada, de recogerse en silencio para dar cabida al Señor que ‘pasa’ – prosigue Francisco – y encontrar el valor de permanecer un poco ‘al margen’ con Él, para volver después, con más serenidad y eficacia, a las cosas de la vida cotidiana”.
El Obispo de Roma afirma que Jesús, alabando el comportamiento de María, es como si repitiera a cada uno de nosotros:
El carisma de la hospitalidad
El Papa comenta seguidamente las palabras de Jesús a Marta, que fue quien recibió a Jesús y “tenía el carisma de la hospitalidad”: «Marta, Marta, estás ansiosa y agitada por muchas cosas». Con estas palabras, – precisa Francisco – Él ciertamente no pretende condenar la actitud del servicio, sino más bien la ansiedad con la que a veces se la vive. También nosotros compartimos la preocupación de Santa Marta y, siguiendo su ejemplo, nos proponemos hacer que en nuestras familias y en nuestras comunidades se viva el sentido de la acogida, de la fraternidad, para que cada uno pueda sentirse «como en casa», especialmente los pequeños y los pobres».
María y Marta nos muestran el camino
Por eso, continúa el Santo Padre, “el Evangelio de hoy nos recuerda que la sabiduría del corazón reside precisamente en saber combinar estos dos elementos: la contemplación y la acción”, y «si queremos saborear la vida con alegría», por una parte, «debemos ‘estar a los pies’ de Jesús, para escucharlo mientras nos revela el secreto de todo; y por otra, estar atentos y dispuestos a la hospitalidad, cuando Él pasa y llama a nuestra puerta, con el rostro del amigo que tiene necesidad de un momento de descanso y de fraternidad”.
De ahí su oración final: “Que María Santísima, Madre de la Iglesia, nos conceda la gracia de amar y servir a Dios y a los hermanos con las manos de Marta y el corazón de María, para que permaneciendo siempre en la escucha de Cristo podamos ser artesanos de paz y esperanza”.
Después de la oración mariana, antes de saludar a los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, el Papa quiso recordar los cincuenta años del alunizaje del hombre:
Seguidamente, saludó como de costumbre a los fieles presentes en la plaza, romanos y peregrinos, dirigiendo un saludo especial a las novicias de las Hijas de María Auxiliadora procedentes de diversos países:
“Las saludo de manera especial y espero que algunas de ustedes irán a la Patagonia: ¡hay tanta necesidad de trabajar allí”.
El cordial saludo del Papa fue también para los alumnos del Colegio Cristo Rey de Asunción (Paraguay); los seminaristas y a los formadores de la Obra Don Guanella de Iaşi (Rumania); los jóvenes de Chiry-Ourscamp (Francia) y a los fieles de Cantù. A todos ellos Francisco les deseó un feliz domingo, con la habitual recomendación: “no se olviden de rezar por mí”.
María Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano