Cristo, subraya el Papa, «exhorta a estar alejados de la codicia, es decir, de la avidez del poseer», y relata la parábola del rico «que se cree feliz porque ha tenido la fortuna de un año excepcional y se siente seguro de los bienes acumulados». Pero pronto sus proyectos de tranquilidad y bienestar durante muchos años entran en contraposición con los de Dios.
En lugar de «muchos años», explica Francisco, Dios señala al rico la inmediatez de «esta noche: esta noche morirás»; en lugar del «goce de la vida» les presenta la «entrega de la vida», con el consiguiente juicio. La conclusión de la parábola, formulada por el evangelista, es de singular eficacia: «Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios». «Es una advertencia que revela el horizonte hacia el que todos estamos llamados a mirar».
El Pontífice recuerda que el Señor “nos invita a considerar que las riquezas pueden encadenar el corazón y distraerlo del verdadero tesoro que está en el cielo”, como dice también San Pablo en la segunda lectura de hoy, invitando a buscar “las cosas de allí arriba, no a las de la tierra”:
El Papa invita a “buscar una vida realizada no según el estilo mundano, sino según el estilo evangélico: amar a Dios con todo nuestro ser, y amar al prójimo como Jesús lo amó, es decir, en el servicio y en el don de sí mismo”, porque – explica – “el amor así comprendido y vivido es la fuente de la verdadera felicidad, mientras que la búsqueda desmesurada de los bienes materiales y de las riquezas es a menudo fuente de inquietud, adversidad, prevaricación y guerra”.
Que la Virgen María, expresa finalmente Francisco, nos ayude a no dejarnos fascinar por las seguridades que pasan, sino a ser cada día testigos creíbles de los valores eternos del Evangelio.
Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano