Catequesis del miércoles Papa Francisco

Catequesis del Papa: «Que el amor de Jesús nos libere de todas nuestras esclavitudes»

Ciclo B – Tiempo Ordinario – Semana 23 – Miércoles
12 de septiembre de 2018

La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a las 9:25 en la Plaza de San Pedro donde el Santo Padre Francisco ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.

El Santo Padre, continuando el ciclo de catequesis sobre los Mandamiento ha centrado esta vez su atención sobre el tema: “El día del descanso, profecía de liberación” (pasaje bíblico: Libro del Deuteronomio 5,12-15).

Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo.

La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.

Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la catequesis de hoy volvemos al tercer mandamiento, el del día del descanso. El Decálogo, promulgado en el libro de Éxodo, se repite en el libro del Deuteronomio de una manera casi idéntica, con la excepción de esta Tercera Palabra, donde aparece una diferencia apreciable: Mientras en el Éxodo el motivo del descanso es la bendición de la creación, en el Deuteronomio en cambio, se conmemora el final de la esclavitud. En este día el esclavo debe descansar como el patrón, para celebrar la memoria de la Pascua de liberación.

De hecho, los esclavos, por definición no pueden descansar. Pero hay muchos tipos de esclavitud, tanto exterior como interior. Hay constricciones exteriores, como la opresión, las vidas secuestradas por la violencia y otros tipos de injusticia. Luego están las prisiones interiores, que son, por ejemplo, los bloqueos psicológicos, los complejos, los límites del carácter y demás. ¿Hay descanso en estas condiciones? ¿Un hombre encarcelado u oprimido puede permanecer, de todas formas, libre? ¿Y puede una persona atormentada por dificultades interiores ser libre?

Efectivamente, hay personas que, incluso en prisión, viven una gran libertad de ánimo. Pensemos, por ejemplo, en San Maximiliano Kolbe, o en el cardenal Van Thuan, que transformaron oscuras opresiones en lugares de luz. Así como hay personas marcadas por una gran fragilidad interior, que conocen, sin embargo, el descanso de la misericordia y saben transmitirlo. La misericordia de Dios nos libera. Y cuando te encuentras con la misericordia de Dios, tienes una gran libertad interior y también puedes transmitirla. Por eso es tan importante abrirnos a la misericordia de Dios para no ser esclavos de nosotros mismos.

¿Cuál es, pues, la verdadera libertad? ¿Consiste quizás en la libertad de elección? Ciertamente se trata de una parte de la libertad, y nos esforzamos, para que sea garantizada a cada hombre y mujer (Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II. Const. Past. Gaudium et spes, 73.) Pero sabemos que poder hacer lo que se desea no es suficiente para ser verdaderamente libre, y tampoco feliz. La verdadera libertad es mucho más.

De hecho, hay una esclavitud que encadena más que una prisión, más que una crisis de pánico, más que una imposición de cualquier tipo: es la esclavitud del propio ego[1]. Esa gente que todo el día se mira al espejo para ver su ego. Y el ego es más alto que su cuerpo. Son esclavos del ego. El ego puede llegar a ser un esbirro que tortura al hombre en cualquier lugar y le causa la opresión más profunda, la que se llama “pecado”, que no es la violación trivial de un código, sino fracaso de la existencia y condición de esclavos. (cf. Jn 8,34)[2]. El pecado es, al final, decir y hacer ego. “Yo quiero hacer esto y no me importa si hay un límite, si hay un mandamiento, ni siquiera me importa si hay amor”.

El ego, por ejemplo, pensemos en las pasiones humanas: el goloso, el lujurioso, el avaro, el iracundo, el envidioso, el perezoso, el soberbio —y así sucesivamente— son esclavos de sus vicios, que los tiranizan y atormentan. No hay tregua para el goloso, porque la garganta es la hipocresía del estómago, que está lleno pero nos hace creer que está vacío. El estómago hipócrita nos vuelve golosos. Somos esclavos de un estómago hipócrita. No hay tregua ni para el goloso ni para el lujurioso que deben vivir del placer; la ansiedad de la posesión destruye al avaro, siempre acumulan dinero, perjudicando a los demás; el fuego de la ira y la polilla de la envidia arruinan las relaciones. Los escritores dicen que la envidia hace que el cuerpo y el alma se vuelvan amarillos, como cuando una persona tiene hepatitis: se vuelve amarilla. Los envidiosos tienen el alma amarilla, porque nunca pueden tener la frescura de la salud del alma. La envidia destruye. La pereza que evita cualquier esfuerzo hace incapaces de vivir; El egocentrismo, —ese ego del que hablaba— soberbio cava una fosa entre uno mismo y los demás.

Queridos hermanos y hermanas, ¿quién es el verdadero esclavo? ¿Quién es él que no conoce descanso? ¡El que no es capaz de amar! Y todos estos vicios, estos pecados, este egoísmo nos alejan del amor y nos hacen incapaces de amar. Somos esclavos de nosotros mismos y no podemos amar, porque el amor es siempre hacia los demás.

El tercer mandamiento, que nos invita a celebrar la liberación en el descanso, para nosotros, los cristianos, es profecía del Señor Jesús, que rompe la esclavitud interior del pecado para hacer que el hombre sea capaz de amar. El amor verdadero es la verdadera libertad: aleja de la posesión, reconstruye las relaciones, sabe acoger y valorar al prójimo, transforma todo esfuerzo en don alegre, hace capaces de comunión. El amor te hace libre incluso en la cárcel, aunque seamos débiles y limitados.

Esta es la libertad que recibimos de nuestro Redentor, el Señor nuestro Jesucristo.


Saludos en las diversas lenguas

Saludos en francés

Saludo cordialmente a los peregrinos francófonos procedentes de Francia, Bélgica y otros países, especialmente a los jóvenes belgas rurales. Queridos amigos, pedid con fe al Señor que os ayude a liberaros de todas las esclavitudes de la vida, haciéndoos capaces de amar cada vez más. ¡Qué Dios os bendiga!

Saludos en inglés

Saludo a los peregrinos de habla inglesa presentes en la audiencia de hoy, especialmente los de Inglaterra, Irlanda, Dinamarca, Noruega, Suecia, Nigeria, Australia, Malasia, Canadá y los Estados Unidos de América. Dirijo un saludo particular al grupo internacional de jóvenes estudiantes católicos que han venido a Roma para una reunión de estudio en vista del próximo Sínodo sobre los Jóvenes. También saludo a los periodistas y profesores que participan en el seminario organizado por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Mi saludo va igualmente a los miembros del proyecto Green Affordable Housing, procedentes de los Estados Unidos. Sobre todos vosotros y vuestras familias, invoco la alegría y la paz del Señor. ¡Qué Dios os bendiga!

Saludos en alemán

Saludo con afecto a los peregrinos de habla alemana, especialmente a los muchos jóvenes. Espero que vuestra estancia en Roma os dé un descanso interior, de modo que, cuando regreséis a vuestros hogares, cumpláis siempre con mayor entrega vuestras tareas diarias en la familia, en la escuela y en el trabajo. ¡Que el Señor os bendiga así como a vuestros seres queridos!

Saludos en español

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina, y en particular al grupo de sacerdotes venezolanos, acompañados por el Cardenal Baltazar Porras. Hoy celebramos la fiesta del Santísimo Nombre de María. Pidámosle a nuestra Madre del Cielo que nos ayude a vivir el descanso dominical como un tiempo privilegiado de encuentro con el Señor y con los demás, dejando que el amor de Jesús nos libere de todas nuestras esclavitudes. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.

Saludos en portugués

Queridos peregrinos de Portugal, Brasil y otros países de habla portuguesa, os doy una cordial bienvenida, especialmente a los fieles de Tomar, Pernes y al grupo de magistrados brasileños. Vivamos la Eucaristía dominical con espíritu de fe y oración, sabiendo que la carne de Jesús nos fortalece en la verdadera libertad de los hijos de Dios. La bendición del Señor desciende sobre vosotros y sobre vuestras comunidades. Gracias.

Saludos en árabe

Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de habla árabe, especialmente a los de Oriente Medio. Queridos hermanos y hermanas, “Cristo nos ha liberado para que permaneciéramos libres” (Gal 5: 1). Estamos llamados a encontrar siempre en Él el descanso de la misericordia y de la verdad que nos hace libres. ¡El Señor os bendiga!

Saludos en polaco

Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Hoy en la liturgia celebramos la memoria del Santísimo Nombre de María. En la historia del mundo, las suertes, las esperanzas y las lágrimas de muchas personas se han entrelazado con su nombre. También hoy, Ella une en oración millones de corazones que le rinden homenaje, imploran su intercesión, su ayuda y su socorro. Nuestra Señora defiende a la fe y a la Iglesia en los peligros. Al venerar el nombre de María, damos gracias por su presencia en la vida de la Iglesia y de cada uno de nosotros. Confiándoos a la Madre de Dios, os bendigo de todo corazón

Saludos en italiano

Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de habla italiana.

En particular, saludo a las Franciscanas de la Inmaculada Concepción, a las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y a los grupos parroquiales, especialmente los de San Siro en Sanremo, con el obispo Mons. Antonio Suetta, de Santa Lucía en Uzzano y de los Santos Giacomo y Filippo en Merone.

Saludo a los participantes en el Encuentro Nacional de periodistas acompañados por el obispo Mons. Carlo Bresciani, a la Federación Italiana de Deportes Caninos, al grupo ACLI de la provincia de Brescia, a la Federación de Asociaciones de la Tercera Edad y a la Asociación Italiana de Oncología Médica.

Un pensamiento particular a los jóvenes, a los ancianos, a los enfermos y a los recién casados. Hoy celebramos el memorial litúrgico del Santísimo Nombre de María. Todos los cristianos estamos invitados a percibir en el nombre de María el gran proyecto que Dios tuvo sobre esta criatura excelsa y, al mismo tiempo, la respuesta de amor que, como Madre, dio a su Hijo Jesús, colaborando, sin ahorrar esfuerzos, en su obra de salvación.


[1] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1733: “La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado”.

[2] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1739: “La libertad del hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado. Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad”.