Catequesis del miércoles Papa Francisco

Catequesis del Papa: «El Padre de nuestro Señor Jesucristo se revela como “Dios de la perseverancia y de la consolación”»

(RV.-mie.22.marzo.2017)


Lectura de la Carta del apóstol San Pablo a los Romanos 15,1-

Hermanos: Nosotros los fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no buscar la satisfacción propia.  Que cada uno de nosotros busque agradar al prójimo en lo bueno y para edificación suya.  Tampoco Cristo buscó su propio agrado, sino como está escrito: “los ultrajes con los que te ultrajaban cayeron sobre mí”.  Pues, todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza.  Que el Dios de la paciencia y del consuelo les conceda tener entre ustedes los mismos sentimientos, según Cristo Jesús.

Palabra de Dios.


Texto completo de la catequesis del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Ya desde hace algunas semanas el Apóstol Pablo nos está ayudando a comprender mejor en que cosa consiste la esperanza cristiana.  Y hemos dicho que no era un optimismo, no: era otra cosa.  Y el Apóstol nos ayuda a entender que cosa es esto.  Hoy lo hace uniéndola a dos actitudes aún más importantes para nuestra vida y nuestra experiencia de fe: la «perseverancia» y la «consolación» (vv. 4.5).  En el pasaje de la Carta a los Romanos que hemos apenas escuchado son citados dos veces: la primera en relación a las Escrituras y luego a Dios mismo.  ¿Cuál es su significado más profundo, más verdadero?  Y ¿En qué modo iluminan la realidad de la esperanza?  Estas dos actitudes: la perseverancia y la consolación.

La perseverancia podríamos definirla también como paciencia: es la capacidad de soportar, llevar sobre los hombros, “soportar”, de permanecer fieles, incluso cuando el peso parece hacerse demasiado grande, insostenible, y estamos tentados de juzgar negativamente y de abandonar todo y a todos.  La consolación, en cambio, es la gracia de saber acoger y mostrar en toda situación, incluso en aquellas marcadas por la desilusión y el sufrimiento, la presencia y la acción compasiva de Dios.  Ahora, San Pablo nos recuerda que la perseverancia y la consolación nos son transmitidas de modo particular por las Escrituras (v. 4), es decir, por la Biblia.  De hecho, la Palabra de Dios, en primer lugar, nos lleva a dirigir la mirada a Jesús, a conocerlo mejor y a conformarnos a Él, a asemejarnos siempre más a Él.  En segundo lugar, la Palabra nos revela que el Señor es de verdad «el Dios de la constancia y del consuelo» (v. 5), que permanece siempre fiel a su amor por nosotros, es decir, que es perseverante en el amor con nosotros, no se cansa de amarnos: ¡no!  Es perseverante: ¡siempre nos ama!  Y también se preocupa por nosotros, curando nuestras heridas con la caricia de su bondad y de su misericordia, es decir, nos consuela. Tampoco, se cansa de consolarnos.

En esta perspectiva, se comprende también la afirmación inicial del Apóstol: «Nosotros, los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no complacernos a nosotros mismos» (v. 1).  Esta expresión «nosotros, los que somos fuertes» podría parecer arrogante, pero en la lógica del Evangelio sabemos que no es así, es más, es justamente lo contrario porque nuestra fuerza no viene de nosotros, sino del Señor.  Quien experimenta en su propia vida el amor fiel de Dios y su consolación está en grado, es más, en el deber de estar cerca de los hermanos más débiles y hacerse cargo de sus fragilidades.  Si nosotros estamos cerca al Señor, tendremos esta fortaleza para estar cerca a los más débiles, a los más necesitados y consolarlos y darles fuerza. Esto es lo que significa.  Esto nosotros podemos hacerlo sin auto-complacencia, sino sintiéndose simplemente como un “canal” que transmite los dones del Señor; y así se convierte concretamente en un “sembrador” de esperanza.  Es esto lo que el Señor nos pide a nosotros, con esa fortaleza y esa capacidad de consolar y ser sembradores de esperanza.  Y hoy, se necesita sembrar esperanza, ¿eh? No es fácil.

El fruto de este estilo de vida no es una comunidad en la cual algunos son de “serie A”, es decir, los fuertes, y otros de “serie B”, es decir, los débiles.  El fruto en cambio es, como dice Pablo, «tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús» (v. 5).  La Palabra de Dios alimenta una esperanza que se traduce concretamente en el compartir, en el servicio recíproco.  Porque incluso quien es “fuerte” se encuentra antes o después con la experiencia de la fragilidad y de la necesidad de la consolación de los demás; y viceversa en la debilidad se puede siempre ofrecer una sonrisa o una mano al hermano en dificultad.   Y así es una comunidad que «con un solo corazón y una sola voz, glorifica a Dios» (Cfr. v. 6).  Pero todo esto es posible si se pone al centro a Cristo, su Palabra, porque Él es el “fuerte”, Él es quien nos da la fortaleza, quien nos da la paciencia, quien nos da la esperanza, quien nos da la consolación.  Él es el “hermano fuerte” que cuida de cada uno de nosotros: todos de hecho tenemos necesidad de ser llevados en los hombres del Buen Pastor y de sentirnos acogidos en su mirada tierna y solícita.

Queridos amigos, jamás agradeceremos suficientemente a Dios por el don de su Palabra, que se hace presente en las Escrituras.  Es ahí que el Padre de nuestro Señor Jesucristo se revela como “Dios de la perseverancia y de la consolación”.  Y es ahí que nos hacemos conscientes de como nuestra esperanza no se funda en nuestras capacidades y en nuestras fuerzas, sino en el fundamento de Dios y en la fidelidad de su amor, es decir, en la fuerza de Dios y en la consolación de Dios. Gracias.

(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano) (from Vatican Radio)


A continuación, el resumen de la catequesis que el Papa presentó en nuestro idioma:

San Pablo continúa ayudándonos a comprender mejor en qué consiste la esperanza cristiana.  Hoy señala dos actitudes importantes para nuestra vida y nuestra experiencia de fe.  La perseverancia o paciencia es la capacidad de soportar, de permanecer fieles, sobre todo en medio de las situaciones adversas.  Por otra parte, la otra actitud, la consolación es la gracia de saber acoger y mostrar en todo momento, especialmente en aquellos momentos marcados por el sufrimiento y la desilusión, la presencia y la acción compasiva de Dios que nunca nos abandona y permanece siempre fiel en su amor por nosotros.

Por eso el Apóstol afirma que somos fuertes, porque en la lógica del Evangelio nuestra fuerza no viene de nosotros sino del Señor, que nos concede experimentar su consolación y su amor fiel, y nos da la capacidad de estar cerca de los hermanos más débiles y de hacernos cargo de su fragilidad.

La Palabra de Dios alimenta en nosotros la esperanza, que se traduce concretamente en servicio recíproco y en el compartir.  Esto es posible sólo cuando en el centro está Cristo y su Palabra, porque él es el “hermano fuerte” que nos cuida y nos carga sobre sus hombros de “Buen Pastor”, tierno y solícito.

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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica. Agradezcamos al Señor el don de su Palabra y no olvidemos que nuestra esperanza no depende de nuestras capacidades, sino de la ayuda de Dios y de la fidelidad de su amor. Muchas gracias.

(Griselda Mutual – Radio Vaticano) (from Vatican Radio)