Ciclo C – Tiempo Ordinario – Semana 33 – Viernes
18 de noviembre de 2016
(RV).- La gente no perdona a un sacerdote apegado al dinero y el Señor nos da la gracia de la pobreza cristiana. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. En esta ocasión participaron en la Celebración Eucarística los secretarios de los Nuncios Apostólicos, presentes en la Ciudad del Vaticano con motivo del Jubileo de los colaboradores de las representaciones pontificias, que ha organizado la Secretaría de Estado.
En el Evangelio del día Jesús echa a los mercaderes del Templo que han transformado la Casa de Dios, un lugar de oración, en una “guarida de ladrones”. “El Señor —explicó el Santo Padre— nos hace comprender dónde está la semilla del anticristo, la semilla del enemigo, la semilla que arruina su Reino”: El apego al dinero.
“El corazón apegado al dinero es un corazón idólatra”. El Papa Bergoglio recordó que Jesús dice que “no es posible servir a dos señores, a dos patrones”, a Dios y al dinero. Y añadió que el dinero es “el anti-Señor”, si bien podemos elegir:
“El Señor Dios, la casa del Señor Dios que es casa de oración. El encuentro con el Señor, con el Dios del amor. Y el señor-dinero, que entra en la casa de Dios, siempre trata de entrar. Y estos que cambiaban el dinero o vendían cosas, alquilaban aquellos puestos, ¡eh!: a los sacerdotes… a los sacerdotes les alquilaban, después enteraba el dinero. Éste es ‘el señor’ que puede arruinar nuestra vida y nos puede conducir a que terminemos mal nuestra vida, incluso sin felicidad, sin la alegría de servir al verdadero Señor, que es el único capaz de darnos la verdadera alegría”.
Se trata de “una elección personal” —dijo también el Papa—. De ahí su pregunta a los presentes: “¿Cómo es su actitud con el dinero? ¿Están apegados al dinero?”:
“El pueblo de Dios tiene una gran intuición, tanto para aceptar, en el hecho de canonizar como en el de condenar —porque el pueblo de Dios tiene capacidad de condenar— perdona tantas debilidades, tantos pecados a los sacerdotes; pero hay dos que no puede perdonar: el apego al dinero, cuando ve al sacerdote apegado al dinero, no perdona eso, o el maltrato a la gente, cuando el sacerdote maltrata a los fieles: esto el pueblo de Dios no puede digerirlo, y no lo perdona. Las otras cosas, las otras debilidades, los otros pecados… sí, no están bien, pero pobre hombre, está solo, es esto… y trata de justificar. Pero la condena no es tan fuerte y definitiva: el pueblo de Dios ha sabido comprender esto. El estado de señor que tiene el dinero y lleva a un sacerdote a ser patrón de una empresa o príncipe, o podemos ir hacia arriba…”.
El Pontífice recordó a los “terafín”, los ídolos que Raquel, la esposa de Jacob, tenía escondidos:
“Es triste ver a un sacerdote que llega al final de su vida, está en agonía, está en coma y los sobrinos como buitres allí, viendo qué pueden aferrar. Denle este deleite al Señor: un verdadero examen de conciencia. ‘Señor, Tú eres mi Señor ¿o esto —como Raquel— este ‘terafín’ escondido en mi corazón, este ídolo del dinero?’. Y sean valerosos, sean valientes. Hagan elecciones. Dinero suficiente, lo que tiene un trabajador honrado, el ahorro suficiente, lo que tienen un trabajador honrado. Pero el interés no es lícito, esto es una idolatría. Que el Señor nos dé hoy a todos nosotros la gracia de la pobreza cristiana”.
“Que el Señor —concluyó diciendo el Papa— nos dé la gracia de esta pobreza de obrero, de aquellos que trabajan y ganan lo justo y no pretenden más”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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