+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Iniciamos nuestra oración invocando la presencia del Espíritu Santo, rezando el himno de la p. 111 o cantando:
Ven Espíritu Santo
VEN, ESPÍRITU SANTO,
VEN A ILUMINAR
NUESTRA INTELIGENCIA,
Y A PRESERVARNOS DEL MAL.
- Tú, promesa del Padre,
don de Cristo Jesús,
ven y danos tu fuerza
para llevar nuestra cruz. - Haz que cada cristiano,
bajo tu inspiración,
sea testigo de Cristo
con la palabra y la acción.
Meditamos
Al acercarnos a nuestra Señora de la Reconciliación vemos que su Corazón está rodeado por una corona de rosas blancas. Este símbolo nos hace recordar la corona de espinas que el Señor Jesús llevó en la Pasión, y nos remite a los momentos de intenso dolor al pie de la Cruz.
Se manifiesta nuevamente la dinámica de la alegría–dolor de la vida cristiana. Comprendemos mejor que el dolor es una experiencia que en la medida en que se asocia a la Cruz del Reconciliador por medio de la oración y el ofrecimiento, se ve transformada y es fuente de gracia y crecimiento en la fe.
La blanca corona nos remite también a la Inmaculada Concepción de Santa María, a su ternura y pureza virginal. Nuestra Madre fue preservada del pecado original y expresa de manera anticipada la belleza sin mancha de la humanidad reconciliada, manifestando de manera admirable el triunfo del Señor sobre el pecado.
Rezamos
Madre Pura y Dolorosa:
Edúcanos a tener tu misma actitud de firme esperanza ante las dificultades, dolores y sufrimientos que se presentan en nuestra vida. Ayúdanos a comprender cada vez mejor que el seguimiento fiel de tu Hijo conlleva el camino de la Cruz, pues «no hay cristianismo sin Cruz», y que ése es el camino a la Resurrección: «no hay Domingo de Resurrección sin Viernes de Pasión».
Que la ternura y pureza de tu Corazón sean un ejemplo que busquemos seguir en nuestra vida cotidiana, esforzándonos para que cada vez más podamos reflejar en nosotros, en nuestro pensar, sentir y obrar, la reconciliación que en ti resplandece y que es un regalo del Señor Jesús, nuestro Reconciliador.
Ayúdanos a interiorizar cada vez mejor que el pecado y sus consecuencias —que nos llevan al egoísmo, a la búsqueda del poder, el poseer y el placer—, es un acto que atenta contra nuestra humanidad. Que cada día se acreciente en nuestro interior la convicción de que hemos sido creados para ser felices amando y que en Cristo hemos sido hechos hijos de Dios e hijos tuyos, llamados a ser santos. Obténnos la gracia que necesitamos, Madre, aliéntanos en nuestros esfuerzos por avanzar por ese camino, ayúdanos a renovar nuestro entusiasmo cada día. Amén.
Rezamos
Por su Inmaculado Corazón
Quiero dar gracias
al Señor
por tu Inmaculado Corazón
y quiero pedirte,
¡oh virgen de las vírgenes!,
que me obtengas la gracia
de descubrir sus encantos
y los necesarios auxilios
para recorrer esta vida
aprendiendo a amar
a ése tu Dulce Corazón
y a ser educado
en la gran lección
que de su inmaculada pureza
brota para bien
de toda la humanidad. Amén.
Elevamos nuestras peticiones (momento para decir intenciones libres)
Hacemos, si lo deseamos, en silencio, un ofrecimiento o un compromiso sencilloque nos ayude a llevar a la práctica lo que hemos meditado y rezado.
(momento breve en silencio)
Rezamos un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria.
T: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.