Año C – Tiempo Ordinario – Semana 23 – Miércoles
7 de septiembre de 2016
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor Jesús, al iniciar este breve momento de oración quiero ponerme en tu presencia y ofrecerte toda mi vida. Yo creo en Ti, Señor Jesús, pero ayúdame a aumentar cada vez más mi fe. Ayúdame a que escuchando con apertura de mente y corazón tu palabra, pueda ir viviéndola para seguir siempre tu Plan de amor. Ayúdame a ser firme y perseverante confiando plenamente en Ti, especialmente en aquellos momentos de mayor tribulación.
Acto penitencial
Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.
Señor Jesús, iluminado por tu presencia tengo que reconocer que muchas veces mi fe es débil. A veces no creo con suficiente fuerza o no comprendo bien aquello que me manifiestas con tanta claridad. Tú sabes, Señor, que soy débil, pero que a la vez te amo profundamente y quiero tener una fe cada vez más fuerte y sólida, para vivir también cada vez más coherentemente con ella. Te pido perdón de todo corazón.
Lectura Bíblica: Lc 6,20-26
Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos traban a los falsos profetas!
Lectura espiritual breve
Reflexiona con este breve texto del Padre Juan José Paniagua:
Hoy creo que Jesús nos deja a todos desconcertados. Llama dichosos y felices a cuatro tipos de personas: a los pobres, los hambrientos, los que lloran y los que son odiados y perseguidos. Y se lamenta de otros cuatro tipos: los ricos, los saciados, los que ríen y los adulados por el mundo. ¿Por qué dice esto Jesús? ¿Acaso alaba la miseria y el sufrimiento? ¿Acaso detesta que nos pueda ir bien en la vida?
No es así. Hay una primera cosa que quiere dejar en evidencia: los criterios de Dios son muy distintos a los criterios del mundo. Jesús nos quiere evidenciar que la verdadera dicha, nuestro gran tesoro es estar junto a Dios, porque nadie más que Él llena nuestra hambre de infinito. Por eso es dichoso el que está hambriento, es decir, el que tiene hambre de Dios, el que percibe que el mundo no lo llena y necesita del Señor. El que sufre por ser signo de contradicción en este mundo por no haberse dejado llevar por la corriente. El que vive la pobreza, que no significa vivir en miseria (eso no es deseable para nadie) sino saber que nada nos pertenece, que todo lo hemos recibido como don. El que sufre, porque está cargando también la cruz de su hermano. En resumen, somos dichosos, cuando nos damos cuenta de que no lo tenemos todo, que necesitamos de Dios y que por tanto no vivimos sólo para nosotros mismos, sino para servir a nuestros hermanos.
En cambio, el que vive saciado, el que cree que ya lo tiene todo, que no necesita mucho de Dios ni de los demás, se termina volviendo tan autorreferente, tan centrado en sí mismo, que se termina olvidando de los demás. Que nunca dejemos de estar hambrientos de Dios.
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1. ¿Te descubres hambriento, necesitado de Dios? ¿Desapegado a las cosas de este mundo? ¿Eres signo de contradicción?
2. ¿Recurres a Dios con frecuencia, lo buscas, ya que es el único que sacia nuestra hambre de infinito?
Acción de gracias y peticiones personales
Te agradezco Señor por este momento de oración, porque siempre que rezo sé que me escuchas y que te haces presente en mi vida. Yo sé Señor que Tú diste tu vida por mí y que a tu lado mi yugo se va tornando suave y mi carga ligera. Ayúdame a que mi fe se alimente de tus promesas, confiando en que la Cruz no tiene la última palabra, pues el horizonte está en la reconciliación y vida eterna que me has prometido. Amén.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las oraciones
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien
líbranos de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.