24 de agosto
San Bartolomé, Apóstol
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor Jesús, te doy gracias por este regalo de poder escucharte por medio de tu palabra. Te pido que me ayudes a tener el silencio suficiente para acoger la profundidad de tus enseñanzas, aprendiendo a no quedarme en cumplimientos externos de la Ley sino aprendiendo a vivir el amor como Tú mismo lo has vivido.
Acto penitencial
Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.
Perdóname Señor porque muchas veces creo que soy bueno porque me conformo con ser un “cristiano de domingo”. Ayúdame a vivir en la verdad de quién soy y de lo que Tú me pides vivir realmente. Me acojo a tu amor y a tu misericordia confiando en que sabrás cómo convertir mi corazón de piedra en un corazón de carne.
Lectura Bíblica: Jn 1,45-51
Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret». Natanael le preguntó: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?». «Ven y verás», le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez». «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera». Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús continuó: «Porque te dije: “Te vi debajo de la higuera”, crees. Verás cosas más grandes todavía». Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Lectura espiritual breve
Leamos con atención estas palabras:
Hoy celebramos la fiesta del apóstol Bartolomé, o Natanael, como también se lo llamaba en este Evangelio. Este pasaje del Evangelio nos muestra cuál es la actitud fundamental del apóstol: anunciar a Cristo en todo momento. Eso fue lo que hizo Andrés después de su gran encuentro con Jesús, fue a contárselo a su hermano Pedro. Y es también lo que hace Felipe, después de encontrarse con el Señor, va a contárselo a su amigo Natanael. Y es que el encuentro con Jesús es algo irresistible, es lo que tanto ha estado buscando nuestro corazón.
Es interesante la manera cómo Felipe le presenta a Natanael el seguimiento del Señor. Le dice: “ven y lo verás”. Entendió que el anuncio de Jesucristo no está centrado en las genialidades que se le puedan ocurrir, o en lo maravilloso de su oratoria, o en sus capacidades de convencimiento. Está en llevar a los demás a los pies del Señor, porque es Jesús quien cambia y transforma los corazones. Pero también es fundamental poner de nuestra parte. Si bien Dios es quien cautiva, ha querido valerse de nuestra humilde cooperación. Felipe no se rinde ante la primera negativa de Natanael que le pregunta: “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?”. Persevera, porque está seguro que ha encontrado un tesoro. Uno de los peores enemigos del apostolado es estar buscando la oportunidad perfecta, la disposición ideal del otro, el sentirse completamente preparado para lanzarse a hacer apostolado. Aprendamos de la generosidad de estos santos apóstoles y también compartamos con los demás nuestro tesoro, que es habernos encontrado con Cristo.
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1. ¿Considero que en mi vida diaria doy espacio para el apostolado directo? ¿El anuncio directo del Señor Jesús?
2. ¿Pongo a veces algunas excusas para no hacerlo? ¿Qué apostolado Dios me está pidiendo que haga?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias Buen Jesús por esta oración. Ayúdame a vivir realmente la vida cristiana como Tú me lo pides. Ayúdame a no juzgar a mis hermanos y a no conformarme con la mediocridad de cumplimientos externos. Dame la conciencia de que la vida es lucha y que la meta es configurarme contigo. Amén.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.