Mi vida en Xto

Oración del viernes: “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas“

Año C – Tiempo Ordinario – Semana 20 – Viernes
19 de agosto de 2016

Fariseus questionam Jesus (Tissot)

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Gracias Señor por este nuevo día de vida. Gracias por todas tus bondades. Quiero hacer de estos minutos un momento especial de encuentro Contigo. Envía tu Espíritu para que pueda permanecer en tu presencia, para que sea Él quien suscite en mi mente y corazón lo que Tú me quieras decir y me ayude a acogerlo con docilidad y confianza.

Acto penitencial

Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.

Al tomar conciencia de mi pecado y de cuántas veces te doy la espalda, te pido con humildad y arrepentimiento que me perdones y me purifiques. Quiero hacer mías esas palabras del salmista y pedirte: “¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme” (Sal 50).

Lectura Bíblica según el Evangelio del día

“De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas” (Mt 22,34-40).

Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”.

Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”.

Lectura espiritual breve

Lee estas palabras del Padre Juan José Paniagua que te ayudarán a profundizar el Evangelio:

Este fariseo le hace una pregunta importantísima a Jesús. Los fariseos tenían 613 preceptos. Necesitaba que Jesús los ayude a priorizar, ¿cuál es el mandamiento más importante de todos? Porque siempre tenemos que preguntarnos en la vida qué es lo más importante. Hay que discernir, entre las muchas urgencias que hay en la vida, qué es lo más importante de todo. Y esto nos habla de nuestra misión en la vida, porque cuando descubrimos qué es lo fundamental, sabemos hacia dónde tiene que dirigirse nuestra vida. Sabemos qué es aquello que no nos puede faltar de ninguna manera. Podrán hacernos falta muchas cosas, pero lo fundamental no pude faltar nunca. Sino estamos vacíos, no tenemos qué darle a los demás.

Muchos dirán que es muy difícil amar a Dios sobre todas las cosas. Definitivamente no es fácil, pero quizá no es tan difícil encontrar la causa. El que no ama a Dios, es porque no lo conoce. Es imposible conocer a Dios y no amarlo con todo el corazón. Amarlo se vuelve algo irresistible. Si tenemos simplemente una fe de conceptos, una fe que hemos aprendido de niños, pero que nunca ha formado parte esencial de nuestra vida; si sólo creemos en Dios como un dato cultural, pero no nos hemos encontrado de verdad con Él, qué difícil es amarlo en serio. Amemos a Dios con todo el corazón, solo así todas nuestras prioridades se ordenan y nos hacemos más capaces de amar a los demás.

Breve meditación personal

Haz silencio en tu interior y pregúntate:

1. ¿Amas a Dios, crees que te has encontrado con Él, lo conoces de verdad?

2. ¿Cómo te evaluarías en tu vivencia del mandamiento más importante? ¿Lo vives con generosidad?

Acción de gracias y peticiones personales

Señor Jesús, te doy gracias por esta oración. Te ruego que no permitas que las rupturas de mi interior me alejen de Ti y de mis hermanos. Ensancha mi corazón para que pueda amarte con todas mis fuerzas y con todo mi ser, y así pueda amar también a mi prójimo como a mí mismo.

Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…

Consagración a María

Pidamos la intercesión de nuestra Madre rezando:

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Amén

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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