Año C – Tiempo Ordinario – Semana 19 – Martes
9 de agosto de 2016
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Buen Jesús, Tú que te has hecho hombre, siendo Dios, me enseñas a vivir la humildad. Te pido que por medio de esta oración pueda entender la grandeza de lo sencillo, de lo pequeño, que en realidad es lo más grande a los ojos de Dios.
Acto penitencial
Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.
Perdóname Señor por todas las veces en que me creo autosuficiente y te saco de mi vida. Ayúdame Señor a no pecar más contra Ti, a ser humilde, a saberme y reconocerme necesitado aprendiendo a extenderte la mano para caminar dócilmente a tu lado.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día
“¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?” Mt 18,1-5.10.12-14
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?». Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial. ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños».
Lectura espiritual breve
Lee la reflexión:
En más de una ocasión Jesús muestra su amor y predilección por los niños y los pone como modelo, como ejemplo de sencillez y humildad. Sin embargo todos sabemos que en realidad los niños no siempre son así. También son muchas veces caprichosos, engreídos, peleones y también hay unos muy egoístas. ¿Por qué Jesús se refiere tanto a ellos?
Y es que en todos hay una característica común: la necesidad que tienen de los demás, de confiar, de poner sus vidas en las manos del otro, de sus padres, de sus mayores. Un niño sabe muy claramente que sólo no puede. Si está en la calle y de pronto se encuentra lejos de sus padres, sabe que está perdido y por tanto no llegará a ningún lugar. Es pequeño, indefenso y necesita estar abierto a los demás, porque lo necesita, necesita del resto.
Eso es lo que tenemos que aprender. Ser sencillos como niños. En eso consiste la humildad, en reconocer nuestra limitación y saber poner realmente nuestra confianza en quien es más que nosotros, es decir, en Dios. Porque de la misma manera, si en un momento nos alejamos de Él estamos extraviados, somos indefensos, porque solos no podemos. Es la misma experiencia de la oveja perdida. Comparada con el rebaño entero parece insignificante. Pero a los ojos de Dios es muy valiosa. Porque la oveja también está necesitada. Sola se extravía.
En Dios está nuestra fuerza, con Él de verdad somos grandes, porque unidos a Él sale lo mejor de nosotros. Por nuestra cuenta, solos, qué pequeños, indefensos y egoístas nos volvemos.
P. Juan José Paniagua
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1. ¿Me descubro necesitado de Dios, de salir en su búsqueda constante?
2. ¿Estoy cultivando la virtud de la humildad en mi vida? ¿O muchas veces sigo siendo autosuficiente, confiando sólo en mis fuerzas?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por mostrarme la importancia de vivir de lo esencial. Ayúdame a ser como un niño, sencillo, confiado, abierto a aprender cada día. Tú sabes que lo que más anhelo es poder gozar de la comunión eterna contigo, y la humildad es la puerta para lograrlo. Amén.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Acuérdate,
¡oh piadosísima, Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que
han acudido a tu protección,
implorando tu auxilio
haya sido abandonado de Ti.
Animado con esta confianza,
a Ti también yo acudo,
y me atrevo a implorarte
a pesar del peso de mis pecados.
¡Oh Madre del Verbo!,
no desatiendas mis súplicas,
antes bien acógelas benignamente.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.