Año C – Tiempo Ordinario – Semana 19 – Jueves
11 de agosto de 2016
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor Jesús, te doy gracias por tu inmenso Amor. Gracias porque me enseñas a vivir el perdón con mis hermanos. Que esta oración me ayude a aprender de Ti que la caridad y la misericordia no tienen límites.
Acto penitencial
Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.
Perdóname Señor por todas mis faltas, especialmente por aquellas con las que atento contra la caridad y me lleno de rencor. Ayúdame a vivir la oración que Tú mismo me has enseñado: «perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden»
Lectura Bíblica: Mt 18,21-19,1
Entonces se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?». Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: “Señor, dame un plazo y te pagaré todo”. El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: “Págame lo que me debes”. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: “Dame un plazo y te pagaré la deuda”. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?”. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con ustedes mi Padre celestial, si no perdonan de corazón cada uno a su hermano». Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
Lectura espiritual breve
Reflexionemos con las siguientes palabras:
Hoy Jesús nos habla de una virtud muy importante en la vida cristiana: el perdón. Y antes de pedirnos que perdonemos, Él nos perdona primero. Y lo hace en una proporción descomunalmente mayor incluso a la que nos pide. Por eso San Agustín decía: “Señor pídeme lo que quieras, pero primero dame lo que me pides”. Dame tu perdón, para que yo sea capaz de perdonar. Porque nadie da lo que no tiene. Porque sólo somos capaces de hacer este acto heroico de perdonar cuando nos hemos encontrado primero con el amor de Dios, con su misericordia infinita.
Perdonar no es fácil. Cuántas veces nos han ofendido con tanta dureza. Cuántas veces diríamos: ese no se merece el perdón, nunca lo perdonaría. Es que el perdón no se merece. Porque si se mereciera ya no sería perdón, sino justicia. Y el otro podría reclamarlo: ¡Merezco que me perdonen! Pero no es así. El perdón es gratis. ¿A quién hay que perdonar? Justamente al que no se lo merece.
Por lo tanto, “perdonar de corazón” como Jesús nos dice, significa mirar al que nos ha ofendido de una manera nueva, como a alguien que ha renacido. Por eso el auténtico perdón va unido al amor. Perdonar significa querer el bien del que nos ha hecho daño y desear que pueda empezar de nuevo y hacer las cosas bien. El perdón va unido al deseo sincero de que la persona que nos ha ofendido sea feliz. No seamos como este siervo malvado, que cerró sus entrañas a la misericordia con el hermano. Tanto nos ha perdonado Dios. ¿No será momento que empecemos también a vivir el perdón auténtico, aunque nos duela, aunque nos cueste? No es fácil, pero qué grandes nos hace. Pidámosle al Señor que nos dé un corazón grande para poder amar así.
P. Juan José Paniagua
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1. ¿Cómo estoy viviendo la misericordia en mi vida? ¿He crecido en esta virtud tan importante a lo largo de este año?
2. ¿Hay alguien que Dios me está pidiendo que perdone, pero aún no quiero dar ese paso? ¿Qué puedo hacer para crecer en mi actitud de misericordia para con el prójimo?
Acción de gracias y peticiones personales
Te doy gracias Señor por enseñarme a vivir el camino de la auténtica reconciliación, viviendo el perdón y la caridad. Ayúdame también a acoger con humildad tu perdón y misericordia acudiendo frecuentemente al Sacramento de la Reconciliación. Amén.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Madre del Redentor, Virgen fecunda
puerta del Cielo
siempre abierta,
estrella del mar
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración
de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permanecés siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel
y ten piedad de nosotros pecadores.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.