Mi vida en Xto

Oración del viernes: “¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?”

Año B – Tiempo Ordinario – Semana 29 – Viernes

 

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Buen Jesús, puesto en tu presencia quiero expresarte el gran deseo que tengo de vivir cada vez más a tu lado. Descubro que tengo sed de Ti, y es en la oración donde me lleno de esa necesidad de encontrarme contigo. Ayúdame para que esta oración me haga crecer en la fe, la esperanza y la caridad.

Acto penitencial

Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.

Señor, reconozco también que soy pecador. Sé que muchas veces te doy la espalda y opto por otros caminos, que me apartan de Ti. Pero sé también que tu misericordia es infinita, que me quieres perdonar todas las veces que me acerque arrepentido. Ayúdame a convertirme Buen Jesús, a dejar de lado mis opciones egoístas y abrirme al auténtico amor que eres Tú.

Lectura Bíblica según el Evangelio del día

“¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?” Lc 12,54-59.

Dijo también a la multitud: “Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente? ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo”.

Lectura espiritual breve

Medita en el Evangelio ayudado por estos textos del San Juan Pablo II:

La Iglesia tiene el derecho y el deber de recurrir al Dios de la misericordia “con poderosos clamores”(He 5,7). Estos poderosos clamores deben estar presentes en la Iglesia de nuestros tiempos… un grito que implore la misericordia en conformidad con las necesidades del hombre en el mundo contemporáneo… Dios que es fiel a sí mismo, a su paternidad y a su amor. Y al igual que los profetas, recurramos al amor que tiene características maternas y, a semejanza de una madre, sigue a cada uno de sus hijos, a toda oveja extraviada, aunque hubiese millones de extraviados, aunque en el mundo la iniquidad prevaleciese sobre la honestidad, aunque la humanidad contemporánea mereciese por sus pecados un nuevo « diluvio », como lo mereció en su tiempo la generación de Noé.

Recurramos al amor paterno que Cristo nos ha revelado en su misión mesiánica y que alcanza su culmen en la cruz, en su muerte y resurrección. Recurramos a Dios mediante Cristo, recordando las palabras del Magnificat de María, que proclama la misericordia “de generación en generación”. Imploremos la misericordia divina para la generación contemporánea…

Elevemos nuestras súplicas, guiados por la fe, la esperanza, la caridad que Cristo ha injertado en nuestros corazones. Esta actitud es asimismo amor hacia Dios, a quien a veces el hombre contemporáneo ha alejado de sí ha hecho ajeno a sí, proclamando de diversas maneras que es algo “superfluo”. Esto es pues amor a Dios, cuya ofensa-rechazo por parte del hombre contemporáneo sentimos profundamente, dispuestos a gritar con Cristo en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,24). Esto es al mismo tiempo amor a los hombres, a todos los hombres sin excepción y división alguna: sin diferencias de raza, cultura, lengua, concepción del mundo, sin distinción entre amigos y enemigos.

Breve meditación personal

Haz silencio en tu interior y pregúntate:

1. ¿Cómo puedo mejorar mi disposición  para escuchar la Palabra de Dios?

2. ¿Tienes silencio en el corazón? ¿Qué cosas son las que “hacen bulla” y no te permiten escuchar a Dios? 

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Jesús por tu presencia en mi vida, gracias porque estás a mi lado cada vez que te busco en la oración. Ayúdame a ser misericordioso como Tú eres con nosotros. Que yo no juzgue a mi hermano, sino que viva la misericordia y la caridad en todo momento, para que en cada una de mis obras reluzca tu amor divino.  Amén.

Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…

Consagración a María

Encomendémonos a nuestra Madre rezando:

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.

Dios te salve.

A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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