Ciclo B – Tiempo Ordinario – Semana 17 – Viernes
3 de agosto de 2018
+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.
Oración Inicial
En este día, Buen Jesús, quiero mostrarte mi amor y mi confianza. Deseo vivir cada vez más cerca de Ti, porque nos has creado para la comunión y la amistad contigo y sé que mi corazón está sediento de Ti. Que este momento de oración me ayude a nutrirme de Ti, que eres el alimento que da la vida eterna.
Acto penitencial
Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.
Padre Bueno y Misericordioso, sé que me has creado para la felicidad, pero muchas veces tomo caminos equivocados que me alejan de Ti. Pero sé que tu perdón es más grande que mis pecados. Te pido que me ayudes a saber perdonar y a vivir la auténtica reconciliación que Tú me llamas a vivir.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día
“¿No es este el hijo del carpintero?” (Mt 13,54-58)
Y, al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. “¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?”. Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia”. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.
Lectura Espiritual breve
Lee el siguiente reflexión que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio.
¿No descubrimos tal vez en nuestra propia vida un poco —o mucho— de la cerrazón de los parientes y amigos de Jesús? El Señor nos invita a examinarnos con franqueza y sin miedo. No dejemos pasar la oportunidad y hagámoslo a la luz del Evangelio y en presencia de Dios. Hoy el Señor Jesús está presente en nuestra vida de diversas maneras, siempre buscando nuestra felicidad y salvación. Tal vez está actuando por medio de personas conocidas y haciéndose presente en situaciones de las más cercanas y cotidianas. Y justamente por eso no lo vemos. ¡Rompamos las anteojeras de la rutina! Limpiemos nuestra vista con el colirio de la fe. Así podremos abrir los ojos del corazón y percibir el rostro del Señor. Así descubriremos que Él está presente en nuestra vida, hoy. Y sobre todo seremos capaces de reconocerlo y adorarlo realmente presente en la Eucaristía, de reconocerlo y acogerlo en la proclamación de su Palabra. Una vez más, y no nos cansemos nunca, exclamemos con humildad y confianza: ¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe! Acudamos a Santa María, la Mujer de la Fe, y por su intercesión pidámosle al Señor que nos conceda una fe preciosa como la de su Madre y como la de los Apóstoles. Pongamos todo de nuestra parte para vivir coherentemente con lo que creemos.
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1. ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2. ¿Cómo ilumina mi vida?
3. ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Señor Jesús, gracias porque sales a mi encuentro, a saciar mi hambre de infinito. Sólo Tú eres capaz de llenar esa sed de felicidad que tengo. Ayúdame Buen Señor a ser conciente de cómo es que actúas en mi vida concreta. Que no me vuelva insensible a la acción de tu Santo Espíritu, y pueda cooperar siempre activamente con tu gracia. Amén
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Termina esta oración rezándole a María.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén
+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.