Ciclo B – Tiempo Ordinario – Semana 19 – Viernes
17 de agosto de 2018
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Señor Jesús, reconozco tu presencia en mi vida y te pido me acompañes particularmente en este momento de oración. Ilumíname para aprender a discernir tu plan de amor; fortaléceme para seguir tus caminos con docilidad y generosidad.
Acto penitencial
Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.
Tú, Señor, lo sabes todo. Sabes que muchas veces me he alejado de Ti, que he caminado por tierras lejanas a tu amor. Sin embargo, aquí estoy, Buen Señor, dispuesto una vez más a recibir tu perdón y a poner más de mi parte para vivir la verdadera vida, según tus enseñanzas.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día
“Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Mt 19,3-12).
Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?”. El respondió: “¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”. Le replicaron: “Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se separa?”. El les dijo: “Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era así. Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio”. Los discípulos le dijeron: “Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse”. Y él les respondió: “No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido. En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!”.
Lectura espiritual breve
Meditemos:
El Señor Jesús responde a los fariseos, que querían hacerlo caer en una trampa, enseñando la esencia de la indisolubilidad del matrimonio: el amor siempre fiel que Dios tiene al hombre y que Jesús tiene a su Iglesia. Jesús ha renovado el primitivo designio de Dios que creó al hombre y la mujer para que vivan en comunión de amor. El sacramento del matrimonio es un camino para que los esposos puedan compartir un amor pleno y definitivo, que a semejanza del amor de Dios, sea fecundo, siempre fiel e irrevocable. El don del matrimonio es, pues, una vocación para que esposo y esposa alcancen la santidad en familia. Los esposos cristianos, permaneciendo siempre fieles entre sí, superando con la fuerza de la gracia y la oración toda prueba y dificultad, son testimonio para el mundo de hoy de cómo se hace vida el mandato de Jesús: “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”.
Inmediatamente después de haber afirmado la indisolubilidad del matrimonio, Jesús elogia el camino de los que viven el celibato por el Reino de los Cielos. «Jesús es consciente de los valores a los que renuncian los que viven en el celibato perpetuo: él mismo los había afirmado poco antes, hablando del matrimonio como de una unión cuyo autor es Dios y que por eso no puede romperse. Comprometerse al celibato significa, ciertamente, renunciar a los bienes propios de la vida matrimonial y de la familia, pero no dejar de apreciarlos en su valor real. La renuncia se realiza con vistas a un bien mayor, a valores más elevados, resumidos en la hermosa expresión evangélica reino de los cielos. La entrega total a este reino justifica y santifica el celibato» (San Juan Pablo II).
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1. ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2. ¿Cómo ilumina mi vida?
3. ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
Acción de gracias y peticiones personales
Te doy gracias Señor por todos tus dones, y especialmente por este momento de encuentro Contigo. Ayúdame a ser siempre reverente a tu Palabra, a poner por obra lo que me enseñas y a confiar más en tu amor y en tu gracia que en mis propias fuerzas. Sé que si confío en Ti, podré hacer lo que me pides. Quiero ser siempre fiel, Señor, dame la fuerza para ello.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.