Ciclo A – Navidad – Octava – Día VII
Sábado 31 de diciembre de 2016
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Buen Jesús, deseo ponerme en tu presencia y pedirte que me ayudes a tener silencio en mi interior. Que esta oración me ayude a recordar que Tú debes ser siempre el centro de mi vida. No permitas que nada me aleje de Ti.
Acto penitencial
Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.
Señor, reconozco que soy un pecador y he faltado contra Ti. Te pido perdón y me acojo a tu misericordia. Ayúdame a confiar en tu corazón bueno que siempre perdona a quien de verdad se arrepiente, y que así pueda renovarme en la lucha por alcanzar la santidad.
Lectura Bíblica
«La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,1-18)
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Mas a cuantos le recibieron dioles poder de venir a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre; el cual no de las sangres, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios fue engendrado. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo». De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
Lectura espiritual breve
El Papa emérito Benedicto XVI enseña:
Nuevamente nos conmueve que Dios se haya hecho niño, para que podamos amarlo, para que nos atrevamos a amarlo, y, como niño, se pone confiadamente en nuestras manos. Dice algo así: Sé que mi esplendor te asusta, que ante mi grandeza tratas de afianzarte tú mismo. Pues bien, vengo por tanto a ti como niño, para que puedas acogerme y amarme.
Nuevamente me llega al corazón esa palabra del evangelista, dicha casi de pasada, de que no había lugar para ellos en la posada. Surge inevitablemente la pregunta sobre qué pasaría si María y José llamaran a mi puerta. ¿Habría lugar para ellos? Y después nos percatamos de que esta noticia aparentemente casual de la falta de sitio en la posada, que lleva a la Sagrada Familia al establo, es profundizada en su esencia por el evangelista Juan cuando escribe: «Vino a su casa, y los suyos no la recibieron» (Jn 1,11). […] ¿Tenemos un puesto para Dios cuando él trata de entrar en nosotros? ¿Tenemos tiempo y espacio para él? ¿No es precisamente a Dios mismo al que rechazamos? Y así se comienza porque no tenemos tiempo para Dios. Cuanto más rápidamente nos movemos, cuanto más eficaces son los medios que nos permiten ahorrar tiempo, menos tiempo nos queda disponible. ¿Y Dios? Lo que se refiere a él, nunca parece urgente. Nuestro tiempo ya está completamente ocupado. Pero la cuestión va todavía más a fondo. ¿Tiene Dios realmente un lugar en nuestro pensamiento? […] No hay sitio para él. Tampoco hay lugar para él en nuestros sentimientos y deseos. Nosotros nos queremos a nosotros mismos, queremos las cosas tangibles, la felicidad que se pueda experimentar, el éxito de nuestros proyectos personales y de nuestras intenciones. Estamos completamente «llenos» de nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios. […] Roguemos al Señor para que estemos vigilantes ante su presencia, para que oigamos cómo él llama, de manera callada pero insistente, a la puerta de nuestro ser y de nuestro querer. Oremos para que se cree en nuestro interior un espacio para Él.
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1.- ¿Percibes a Dios cercano en tu vida? ¿O te has vuelto un poco lejano a Él? ¿Qué puedes hacer para tener una relación más cordial con el Señor?
2.- Dice la Escritura que Dios vino y los suyos no lo recibieron. ¿Podrá ser ese tu caso en algunas ocasiones? ¿De qué manera concreta Dios quisiera que lo recibas?
Acción de gracias y peticiones personales
Buen Señor, Tú que te hiciste uno de nosotros para traernos la salvación, ayúdame a reconocer tu rostro en la humildad del pesebre, para que así comprenda que la verdadera grandeza no está en las cosas del mundo, sino en acogerte con amor.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Encomiéndate a nuestra Madre rezándole:
Salve, Reina de los Cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.