Mi vida en Xto

Oración del lunes: «Se le acercó un centurión, rogándole»

Ciclo A – Tiempo de Adviento – Semana 1 – Lunes
28 de noviembre de 2016

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+  En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.

Oración inicial

Señor Jesús, comenzamos el tiempo de Adviento esperando tu venida. Te pido que me ayudes a profundizar en tu Palabra, para que mi interior se vaya preparando poco a poco, y así recibirte con un corazón abierto y limpio, como fueron los brazos de tu Madre en el pesebre de Belén.

Acto penitencial

Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.

Señor, reconozco que soy un pecador y he faltado contra Ti. Te pido perdón y me acojo a tu misericordia. Ayúdame a confiar en tu corazón benévolo que siempre perdona a quien en verdad se arrepiente, y así pueda renovarme en la lucha por alcanzar la santidad.

Lectura Bíblica según el Evangelio del día

«Se le acercó un centurión, rogándole» (Mt 8,5-11)

Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo». Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “Tienes que hacer esto”, él lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos.

Lectura espiritual breve

Comentario del Padre Juan José Paniagua:

Estamos comenzando el Adviento, un tiempo de espera y esperanza. Es por tanto un tiempo propicio para la búsqueda. Un tiempo especial para los que tienen hambre, para los que no están satisfechos y esperan más de la vida, para los que nos sentimos necesitados de Dios. Porque si vivimos satisfechos, conformes con la vida, si creemos que todo anda tan bien y que no necesitamos cambiar nada, ¿la venida de Jesús que nos añade?

Jesús está viniendo y tenemos que cambiar algo en nuestras vidas, porque queremos acoger a Jesús renovados, llenos de gozo, realmente preparados. ¿Qué me está pidiendo Dios que cambie hace tiempo y aún no me animo a dárselo?

El caso del centurión que hemos oído en el Evangelio, ilumina mucho nuestra actitud. Era un hombre que probablemente tenía dinero y poder. Pero podemos ver que había algo más profundo que lo movía. Lo movían la fe y la caridad. La caridad porque lo que lo mueve a buscar a Jesús es el amor al prójimo, a su criado que sufre. Y al ver la decisión con que viene, Jesús se maravilla de su fe. Si vivimos así, con un corazón deseoso de buscar al Señor, porque queremos compartirlo con los demás, porque queremos vivir la caridad con el prójimo, este tiempo de adviento se convertirá en un momento de mucha esperanza, de conversión, de crecer, de acercarnos más al Señor.

Breve meditación personal

Haz silencio en tu interior y pregúntate:

1. ¿Cómo puedo disponerme de la mejor manera a vivir este tiempo de Adviento?

2. ¿Estoy satisfecho con lo que tengo? ¿Tengo hambre de Dios?

Acción de gracias y peticiones personales

Buen Señor, Tú que te has hecho uno de nosotros, no dejes que mi corazón cese de buscarte. Sólo Tú puedes responder a mis más profundos y personales interrogantes. Nadie me conoce tanto como Tú, y nadie puede obrar en mí como Tú. No me dejes, apura tu venida y ven a nuestro encuentro que mi corazón anhela tu cercanía.

Amén.

Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…

Consagración a María

Termina esta oración rezándole a María:

¡Oh Señora mía, oh Madre mía!,
yo me entrego del todo a Ti,
y en prueba de mi filial afecto,
te consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón,
en una palabra, todo mi ser,
ya que soy todo tuyo,
¡oh Madre de bondad!,
guárdame y protégeme como hijo tuyo. Amén.

+  En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.

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