Ciclo B – Tiempo Ordinario – Semana 10 – Lunes
11 de junio de 2018
Memoria de San Bernabé, Apóstol
+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.
Oración inicial
Buen Jesús, gracias por esta Semana que comienza. Gracias por salir a mi encuentro y ayudarme a empezarla contigo. Te pido Señor que pueda escuchar tu Palabra de Vida, y dejándo que Ella actúe en mi corazón, pueda convertirme cada día en un discípulo más plenamente tuyo y así anunciar tu Reino al mundo entero.
Acto penitencial
(Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Señor Jesús, a Ti que te hiciste hombre para reconciliarnos con tu amor, te pido perdón por todos mis pecados y omisiones. Yo se que soy débil y pecador, pero sé también, que para quién se confía en Ti, todo le es posible. Por eso Señor pongo en Ti toda mi confianza y te ruego que me ayudes a luchar con tesón contra la tentación y contra todo mal. Gracias Señor.
Lectura bíblica del Evangelio del día
“Proclamen que el Reino de los Cielos está cerca” (Mt 10,7-13)
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Lectura espiritual breve
(Lee este texto del Concilio Vaticano II que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio.)
El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues nuestro Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la buena nueva, es decir, la llegada del reino de Dios prometido desde siglos en la Escritura: «Porque el tiempo está cumplido y se acerca el reino de Dios». Ahora bien, este reino brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y en la presencia de Cristo. La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: quienes la oyen con fidelidad y se agregan a la pequeña grey de Cristo, ésos reciben el reino; la semilla va después germinando poco apoco y crece hasta el tiempo de la siega. Los milagros de Jesús, a su vez, confirman que el reino ya llegó a la tierra: «Si expulso los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios ha llegado a vosotros». Pero, sobre todo, el reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, quien vino «a servir y a dar su vida para la redención de muchos».
Mas como Jesús, después de haber padecido muerte de cruz por los hombres, resucitó, se presentó por ello constituido Señor, Cristo y Sacerdote para siempre y derramó sobre sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre. Por eso la Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y observando fielmente sus preceptos de caridad, humildad y abnegación, recibe la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de este reino, Y, mientras ella paulatinamente va creciendo, anhela simultáneamente el reino consumado y con todas sus fuerzas espera y ansía unirse con su Rey en la gloria. (Lumen Gentium 4-5)
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Él?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones
Gracias Buen Señor. Gracias por tu reconciliación y por el amor que nos tienes. Tú no has mirado nuestra indignidad, sino que has seguido apostando una y otra vez por nosotros. Ayúdame a poder vivir en mi día tu Evangelio, para que así mi propia vida sea ya un anuncio de tu Reino. Amén.
(Si quieres, puedes hacer pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria...
Consagración a María
Termina esta oración rezándole a Santa María.
¡Oh Señora mía, oh Madre mía!,
yo me entrego del todo a Ti,
y en prueba de mi filial afecto,
te consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón,
en una palabra, todo mi ser,
ya que soy todo tuyo,
¡oh Madre de bondad!,
guárdame y protégeme como hijo tuyo.
Amén.
+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.