Mi vida en Xto

Oración del 22 de diciembre: “Mi alma canta la grandeza del Señor”

Ciclo B – Adviento – Semana 4 – Martes
22 de diciembre de 2020

Maria

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Con alegría al comenzar mi oración Señor, quiero reconocer la grandeza de tu amor. Quiero darte las gracias por los dones recibidos de tus manos generosas y a seguir pidiéndote la gracia necesaria para responder con generosidad a la misión que tienes para mí.

Acto penitencial

Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.

Te pido perdón Señor porque a pesar de tu bondad infinita sigo cayendo en el pecado, sigo cometiendo errores, pero me acerco a Ti, con la seguridad de que tu misericordia es eterna y tu paciencia se mantiene a pesar de mis continuas caídas. Con esa seguridad te pido que me des la gracia necesaria para caminar con los ojos puestos en el horizonte y con el corazón ardoroso por la consciencia de la grandeza de tu amor.

Lectura Bíblica según el Evangelio del día

“Mi alma canta la grandeza del Señor” Lc 1,46-56

María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Lectura espiritual breve

Meditación del Papa Emérito:

La oración nos ayuda a reconocer en Él [Jesús] el centro de nuestra vida, a permanecer en su presencia, a conformar nuestra voluntad a la suya, a hacer “lo que él nos diga”, seguros de su fidelidad. Esta es la tarea esencial de la Iglesia, coronada por Él como mística esposa, como la contemplamos en el esplendor del ábside. María constituye su modelo: es la que nos presenta el espejo, en el que somos invitados a reconocer nuestra identidad. Su vida es un llamamiento a reconducir lo que somos a la escucha y a la acogida de la Palabra, llegando en la fe a proclamar la grandeza del Señor, ante la cual nuestra única posible grandeza es la que se expresa en la obediencia filial: “Sea en mí según tu palabra”. María se fió: ella es la “bendita”, que lo es por haber creído, hasta ser de tal forma revestida de Cristo que entra en el “séptimo día”, partícipe del descanso de Dios. Las disposiciones de su corazón – la escucha, la acogida, la humildad, la fidelidad, la alabanza y la espera – corresponden a las actitudes interiores y a los gestos que plasman la vida cristiana. De ellos se nutre la Iglesia, consciente de que expresan lo que Dios espera de ella. (Benedicto XVI, 26 de mayo de 2011).

Breve meditación personal

Haz silencio en tu interior y pregúntate:

1. ¿Qué me dice el evangelio que he leído?

2. ¿Cómo ilumina mi vida?

3. ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?

Acción de gracias y peticiones personales

Te doy gracias Señor por la abundancia de tu amor, y particularmente por este encuentro que he podido tener con tu Palabra. Te pido que me ayudes a maravillarme cada día más con las inmensas grandezas que obras en nuestras vidas, en especial por el don infinito de habernos dejado a María como nuestra Madre.  Amén

Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…

Consagración a María

Pidámosle a María que nos acompañe siempre:

Madre del Redentor, Virgen fecunda
puerta del Cielo
siempre abierta,
estrella del mar
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración
de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permaneces siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel
y ten piedad de nosotros pecadores.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.