Lecturas del día Semana Santa

Lecturas de la Vigilia Pascual en la Noche Santa

Primera lectura: Génesis 1,1-31; 2,1-2 / Sal 103,1-2a.5-6.10 y 12.13-14.24 y 35a
Segunda lectura: Génesis 22, 1-18 / Sal 15,5 y 8.9-10.11
Tercera lectura: Éxodo 14,15-15,1 / Ex 15,1-2. 3-4.5-6.17-18
Cuarta lectura: Isaías 54, 5-14 / Sal 29,2 y 4.5-6.11 y 12a y 13b
Quinta lectura: Isaías 55,1-11 / Is 12,2-3.4bcd.5-6
Sexta lectura: Baruc 3,9-15.32-4,4 / Sal 18,8.9.10.11
Séptima lectura: Ezequiel 36,16-28 / Sal 41,3.5bcd; 42,3.4
Epístola: Romanos 6,3-11 / Sal 117, 1-2.16ab-17.22-23
Evangelio: San Mateo 28,1-10

PRIMERA LECTURA

Vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno

Lectura del Libro del Génesis     1,1-31; 2, 1-2.
 
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del Abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios:
—«Que exista la luz».
Y la luz existió.
Y vio Dios que la luz era buena. Y separó 
Dios la luz de la tiniebla: llamó Dios a la luz «Día»; a la tiniebla «Noche».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero
Y dijo Dios:
—«Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas».
E hizo
Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.
Y así fue.
Y llamó Dios a la bóveda «Cielo».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
Y dijo Dios:
—«Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los continentes».
Y así fue.
Y llamó Dios a los continentes «Tierra». y a la masa de las aguas la llamó «Mar».
Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios:
—«Verdee la tierra hierba verde, que engendre semilla y árboles frutales que den fruto según su especie, y que lleven semilla sobre la tierra».
Y así fue.
La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.
Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.
Y dijo Dios:
—«Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra».
Y así fue.
E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.
Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto
Y dijo Dios:
—«Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.
Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hace pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.
Y Dios los bendijo diciendo:
—«Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.
Y dijo Dios:
—«Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies».
Y así fue.
E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios:
—«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra».
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:
—«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra».
Y dijo Dios:
—«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra —a todo ser que respira— la hierba verde les servirá de alimento».
Y así fue.
Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.
Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.
Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Sal 103,1-2a.5-6.10 y 12.13-14.24 y 35c (R.: cf. 30)

R/. Envía tu espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor,
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto. R/.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás; la cubriste
con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas. 
R/.

De los manantiales sacas los ríos
para que fluyan entre los montes,
junto a ellos 
habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R/.

Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces
brotar hierba para los ganados y forraje
para los que sirven al hombre. R/.

¡Cuántas son tus obras, Señor!,
y todas las hiciste con sabiduría,
la tierra está
llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía al Señor! R/.

SEGUNDA LECTURA

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.

Lectura del Libro del Génesis 22,1-18
 
En aquellos días Dios puso a prueba a Abrahán llamándole:
—«¡Abrahám!»
El respondió:
—«Aquí me tienes».
Dios le dijo:
—«Toma a tu querido hijo único, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré».
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.
Al tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados:
—«Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar y después volveremos con vosotros».
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. 
Isaac dijo a Abrahán, su padre:
—«Padre».
El respondió:
—«Aquí estoy, hijo mío».
El muchacho dijo:
—«Tenemos fuego y leña, pero ¿dónde está el cordero para el sacrificio?»
Abrahán contestó:
—«Dios proveerá al cordero para el sacrificio, hijo mío».
Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
—«¡Abrahán, Abrahán!»
El contestó:
—«Aquí me tienes».
El ángel le ordenó:
—«No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo».
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «El monte del Señor ve».
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
—«Juro por mí mismo —oráculo del Señor—: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido».
 
Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Sal 15,5 y 8.9-10.11 (R.: 1)

R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría
perpetua a tu derecha. R/.

TERCERA LECTURA

Los israelitas pasaron en seco por en medio del mar.

Lectura del Libro del Éxodo     14,15—15, 1
 
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
—«¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de los guerreros». 
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos en medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros. 
Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio desde la columna de fuego y nube y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente. 
Y dijo Egipto:
—«Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto».
Dijo el Señor a Moisés: 
—«Extiende tu mano sobre el mar y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes».
Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios huyendo iban a su encuentro y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar. 
Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. 
Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron un cántico al Señor:

Salmo responsorial

Ex 15,1-2.3-4.5-6.17-18 )R.: 1a)

R/. Cantaré al Señor, sublime es su victoria.

Cantemos al Señor, sublime es su victoria:
caballo y jinete ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
El es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. R/.

El Señor es un guerrero,
su nombre es el Señor.
Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el Mar Rojo a sus mejores capitanes. R/.

Las olas los cubrieron,
bajaron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible;
tu diestra, Señor, tritura al enemigo. R/.

Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu 
trono, Señor; 
santuario, Señor, que fundaron tus manos. 
El Señor reina por siempre jamás. R/.

CUARTA LECTURA

 Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor.

Lectura del Profeta de Isaías     54, 5-14
 
El que te hizo te tomará por esposa:
su nombre es el Señor de los Ejércitos.
Tu redentor es el Santo de Israel,
se llama Dios de toda la tierra.
Como a mujer abandonada y abatida
te vuelve a llamar el Señor;
como a esposa de juventud, repudiada,
—dice tu Dios—. 
Por un instante te abandoné,
pero con gran cariño te reuniré. 
En un arrebato de ira 
te escondí un instante mi rostro, 
pero con misericordia eterna te quiero 
dice el Señor, tu redentor—. 
Me sucede como en tiempo de Noé: 
Juré que las aguas del diluvio 
no volverían a cubrir la tierra; 
así juro no airarme contra ti ni amenazarte. 
Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas,
no se retirará de ti mi misericordia
ni mi alianza de paz vacilará
—dice el Señor, que te 
quiere—. 
¡Oh afligida, zarandeada, desconsolada! 
Mira, yo mismo coloco tus piedras sobre azabaches,
tus cimientos sobre zafiros;
te pondré al menas de rubí,
y puertas de esmeralda,
y muralla de piedras preciosas. 
Tus hijos serán discípulos del Señor,
tendrán gran paz tus hijos.
Tendrás firme asiento 
en la justicia.
Estarás lejos de la opresión,
y no tendrás que temer;
y lejos del terror, que no 
se acercará.
 
Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Sal 29,2 y 4.5-6.11 y 12a y 13b (R.: 2a)

R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se
rían de mí.
Sacaste mi vida del abismo,
y me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. 
R/.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad de por vida;
al atardecer nos visita el llanto,
por la mañana, el júbilo. 
R/.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí, Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R/.

QUINTA LECTURA

Venid a mí, y viviréis; sellaré con vosotros alianza perpetua.

Lectura del Profeta de Isaías     55,1-11
 
Así dice el Señor:
«Todos lso que tengan sed, vengan a beber agua,
también los que no tienen dinero:
venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde. 
¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta
y el salario en lo que no da hartura? 
Escuchadme atentos y comeréis bien,
saborearéis platos sustanciosos.
Inclinad el oído, venid a mí:
escuchadme y viviréis. 
Sellaré con vosotros alianza perpetua,
la promesa que aseguré a David:
a él lo hice mi testigo para los pueblos,
caudillo y soberano de naciones;
tú llamarás a un pueblo desconocido,
un pueblo que no te conocía correrá hacia ti;
por el Señor, tu Dios,
por el Santo de Israel que te honra. 
Buscad al Señor mientras se le encuentra,
invocadlo mientras está cerca;
que el malvado abandone su camino,
y el criminal sus planes;
que regrese al Señor, y él tendrá piedad,
a nuestro Dios, que es rico en perdón. 
Mis planes no son vuestros planes,
vuestros caminos no son mis caminos
—oráculo del Señor—. 
Como el cielo es más alto que la tierra,
mis caminos son más altos que los vuestros,
mis planes, que vuestros planes. 
Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,
y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador 
y pan al que come;
así será mi Palabra, que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que hará mi voluntad,
y cumplirá mi encargo.
 
Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Is 12,2-3.4bcd.5-6 (R.: 3)

R/. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

El Señor es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré, 
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
el fue mi salvación. 
Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. R/.

Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. R/.

Tañed para el Señor que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.» 
R/.

SEXTA LECTURA

 Caminad a la claridad del resplandor del Señor.

Lectura del Profeta Baruc     3,9-15.32-4,4
 
Escucha, Israel, mandatos de vida,
presta oído para aprender prudencia.
¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo,
que envejezcas en tierra 
extranjera,
que estés impuro con los muertos,
que te cuenten con los del Abismo?
Es que abandonaste la sabiduría. 
Si hubieras seguido el camino de Dios,
habitarías en paz para siempre. 
Aprende dónde se encuentra la prudencia,
el valor y la inteligencia,
así aprenderás dónde se encuentra la vida larga,
la luz de los ojos y la paz. 
¿Quién encontró su puesto
o entró en sus almacenes? 
El que todo lo sabe la conoce,
la examina y la penetra. 
El que creó la tierra para siempre
y la llenó de animales cuadrúpedos;
el que manda a la luz, y ella va,
la llama, y le obedece temblando; 
a los astros, que velan gozosos
en sus puestos de guardia, 
los llama y responden:
«Presentes»; 
y brillan gozosos para su Creador. 
El es nuestro Dios
y no hay otro frente a él: 
investigó el camino del saber
y se lo dio a su hijo Jacob,
a su amado, Israel.
Después apareció en el mundo
y vivió entre los hombres.
Es el libro de los mandatos de Dios,
la ley de validez eterna:
los que la guardan,
vivirán, los que la abandonan, morirán. 
Vuélvete, Jacob, a recibirla,
camina a la claridad de su resplandor;
no entregues a otros tu gloria
ni tu dignidad a un pueblo extranjero. 

¡Dichosos nosotros, Israel,
que conocemos lo que agrada al Señor!

Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R.: Jn 6,68)

R/. Señor, tienes palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. 
R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
R/.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y eternamente justos. R/.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino; 
más dulce que la miel 
de un panal que destila. R/.

SÉPTIMA LECTURA

Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo.

Lectura del Profeta Ezequiel 36,16-28
 
Me vino esta Palabra del Señor: 
«Cuando la casa de Israel habitaba en su tierra,
la profanó con su conducta, con sus
acciones,
como sangre inmunda fue su proceder ante mí. 
Entonces derramé mi cólera sobre ellos,
por la sangre que habían derramado en el 
país,
por haberlo profanado con sus idolatrías.
Los esparcí entre las naciones,
anduvieron dispersos por los países;
según su proceder, según sus acciones los sentencié. 
Cuando llegaron a las naciones donde se fueron,
profanaron mi santo nombre;
decían de ellos:
«Estos son el pueblo del Señor,
de su tierra han salido». 
Sentí lástima de mi santo nombre,
profanado por la casa de Israel
en las naciones a las
que se fue. 
Por eso, di a la casa de Israel: 
Esto dice el Señor: 
«No lo hago por vosotros, casa de Israel,
sino por mi santo nombre, profanado por
vosotros,
en las naciones a las que habéis ido. 
Mostraré la santidad de mi nombre grande,
profanado entre los gentiles,
que vosotros habéis
profanado en medio de ellos;
y conocerán los gentiles que yo soy el Señor
—oráculo del Señor—,
cuando les haga 
ver mi santidad al castigaros. 
Os recogeré de entre las naciones,
os reuniré de todos los países,
y os llevaré a vuestra 
tierra. 
Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras 
inmundicias e idolatrías
os he de purificar;
y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra 
carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu, 
Y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos. 
Y habitaréis en la tierra
que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo
y yo seré 
vuestro Dios.
 
Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Sal 41, 3. 5bcd; 42, 3. 4

R/. Como busca la cierva corrientes de agua,
       así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Tiene sed de Dios
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?
R/.

¡Cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de
Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. 
R/.

Envía tu luz y tu verdad;
que ellas me guíen 
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. 
R/.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. 
R/.

EPÍSTOLA

 Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más.
 
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos    6, 3-11
 
Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con El en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores y nosotros libres de la esclavitud del pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con El; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor Nuestro.
 
Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Sal 117,1-2.16ab-17.22-23

R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordiaR/.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré,
para contar las hazañas del Señor. 
R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular. 
Es el Señor quien lo ha hecho,
es un milagro patente. R/.

EVANGELIO

Ha resucitado y va por delante de vosotros a Galilea.

+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos     16, 1-7

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle. Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. Se decían unas otras: «¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?» Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande. Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron. Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.»

Palabra del Señor.

EVANGELIO

Ha resucitado y va por delante de vosotros a Galilea

+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo 28,1-10

En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:

—«Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No, está aquí: HA RESUCITADO, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis». Mirad, os lo he anunciado».

Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.

De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
—«Alegraos».

Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. 

Jesús les dijo:
—«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».

Palabra del Señor.