Rosarios

Santo Rosario – Misterios Gloriosos

Misterios Gloriosos (Descargar)

Monición Inicial

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Rezamos el Credo, 1 Padre Nuestro, 3 Ave Marías y Gloria.

Iniciemos este Rosario cantando: María Guía (las 3 primeras estrofas).

Primer Misterio: La Resurrección del Señor Jesús.

«El que buscáis, Jesús Nazareno, el crucificado. Resucitó, no está aquí» (Mc. 16, 6).

La Resurrección del Señor Jesús nos muestra la fuerza y el poder del amor de Dios sobre nosotros sus hijos. Ha triunfado sobre la muerte y el pecado, ha transformado toda la vida del hombre, otorgándonos la verdadera vida, la vida eterna. Recordemos lo que nos dice el Santo Padre Francisco en la Lumen Fidei: “Precisamente porque Jesús es el Hijo, porque está radicado de modo absoluto en el Padre, ha podido vencer a la muerte y hacer resplandecer plenamente la vida. Nuestra cultura ha perdido la percepción de esta presencia concreta de Dios, de su acción en el mundo (…) si Dios fuese incapaz de intervenir en el mundo, su amor no sería verdaderamente real, no sería entonces ni siquiera verdadero amor, capaz de cumplir esa felicidad que promete (…) Los cristianos, en cambio, confiesan el amor concreto y eficaz de Dios, que obra verdaderamente en la historia y determina su destino final, amor que se deja encontrar, que se ha revelado en plenitud en la pasión, muerte y resurrección de Cristo”.

Santa María, en este misterio te pedimos para que acrecientes nuestra Fe y Amor al Señor, y así anunciemos siempre la Alegría y Esperanza que nos trae la Resurrección de tu Hijo.

Segundo Misterio: La Ascensión del Señor.

«El Señor Jesús…fue elevado al cielo, y se sentó a la diestra de Dios». (Mc. 16,19).

Luego de cumplir fielmente su misión, el Señor Jesús fue al encuentro del Padre. La humanidad de Cristo permanece al lado de Dios para siempre, y de la misma manera toda la humanidad participará de esta íntima unión. Recordemos que somos peregrinos y diariamente fijemos nuestra mirada en el horizonte de comunión al que estamos llamados; porque Cristo vuelve al Padre para reinar con Él y nos espera con los brazos abiertos.

Madre nuestra, nos acojemos a tu protección maternal y te pedimos que nos ayudes a conformarnos cada día más con tu Hijo el Señor Jesús y así podamos alcanzar la vida eterna que tanto anhelamos.

Cantamos el primer Ave María.

Tercer misterio: La venida del Espíritu Santo sobre Santa María y los Apóstoles.

«…Todos quedaron llenos del Espíritu Santo…» (Hch. 2,4).

El Espíritu de Dios, animando los corazones de los Apóstoles, los convirtió en testigos de su Amor. Desde ahí, todos los cristianos tenemos esta misma misión: anunciar las grandezas que Dios ha hecho en su Hijo Jesucristo. Dejemos que el Espíritu Santo obre en nosotros, siempre guiadas de la mano de Santa María como en Pentecostés.

Cuarto Misterio: La Asunción de la Virgen María.

«Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo». (Jn. 14, 3).

Dios preparó un lugar especial en el cielo para Santa María, ella es la primera cristiana, la fiel discípula del Señor que participa de la comunión divina por toda la eternidad. La Madre de Dios, es elevada a la Casa del Padre en cuerpo, alma y espíritu. El Señor, quiso que la pureza de la Virgen Madre no se corrompiera, pues Ella vivió en total entrega y fidelidad a su Plan. Santa María, nos encomendamos a ti para que sepamos guardar nuestro corazón de todo pecado y así podamos participar como tú de la gloria eterna.

Cantamos: María, tú eres mi Madre.

Quinto Misterio: La Coronación de Santa María como Reina y Señora de la Creación.

«Una mujer revestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre la cabeza». (Ap. 12, 1).

Quién más que María para ser la Reina de toda la creación. Dios la corona entre todas las criaturas de la Tierra pues supo mantenerse fiel y responder generosamente a su misión. Ella, en quien el Señor obró maravillas, es también Madre y Educadora de nuestra fe. Con agradecimiento y alegre corazón, aspiremos a amarla como hijos suyos en Cristo.

Sómbolo: Se coloca el incensario a los pies de la Virgen.

Es por eso que ahora ponemos a los pies de nuestra Madre este incienso, que se eleva en símbolo de acción de gracias por sus muchas intercesiones y como señal de querer acompañarla en su misión de Madre, entregándonos con mayor ardor en nuestro apostolado.

Monición Final

Terminamos cantando Salve Regina.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.