04 de abril de 2019
Moisés suplica al Señor que no lo haga y le habla a Dios “como un maestro al discípulo”. Trata de persuadir a Dios, con mansedumbre, pero también con firmeza, para que abandone su propósito de hacer el mal a su pueblo. Y le recuerda al Señor – hace memoria – de las promesas hechas a Abraham, Isaac, y a Israel de hacer de su descendencia como las estrellas del cielo. Es como si dijera: “Pero Señor, no hagas fea figura, tú has hecho todo esto”.
También en la Primera Lectura el Señor le dice a Moisés: “De ti, en cambio, haré una gran nación”. Pero Moisés intercede por el pueblo. O con el pueblo, o nada. Aquí el Papa destacó que en la Biblia hay diversos pasos de intercesión. Otro ejemplo es cuando el Señor le dice a Abraham que quiere destruir Sodoma. Y Abraham, que tenía a su sobrino que vivía allí, quiere salvarla y pide al Señor: Y si hubiera 30 justos, después 20 y después 10… Y el Señor responde diciendo que por éstos no la destruiría. Al final, sólo la familia de su sobrino era justa.
Francisco aludió también a otros modos de interceder que están propuestos en la Biblia. Por ejemplo, Anna, la madre de Samuel que, “en silencio, balbucea en voz baja, mueve los labios, y está allí, rezando, rezando, rezando, balbuceando ante el Señor, hasta el punto de que el sacerdote que estaba allí, y la miraba de cerca, piensa que estaba borracha. Ana, en cambio, estaba orando para tener un hijo. “La angustia de una mujer” que intercede ante Dios.
En el Evangelio también aparece otra mujer valiente que “no usa la persuasión, non usa el regateo, no usa la insistencia silenciosa”. Es la cananea que pide la curación de su hija, atormentada por un demonio. Al principio Jesús le dice que había sido enviado sólo para el pueblo de Israel: no es bueno tomar el pan de los hijos y tirarlo a los perros. Y ella no se asusta e insiste diciendo a Jesús que hasta los perros comen migajas que caen de la mesa de sus patrones. Esta mujer “no se asusta” y obtiene lo que quiere.
Por lo tanto hay tantos modos de interceder en la Biblia y “se necesita valor para rezar así”, subrayó el Papa. Sí, porque en la oración se necesita ese coraje para hablar a Dios cara a cara. “A veces, cuando uno ve cómo estas personas luchan con el Señor por algo, piensa que lo hacen como si estuvieran tomando el pulso a Dios, para llegar a lo que piden”. Lo hacen – recordó Francisco – porque tienen fe en que el Señor puede “conceder la gracia”:
Se necesita mucho valor para rezar así. Y nosotros somos tibios tantas veces. Alguno dice: “Reza porque tienes este problema, aquel otro…”. “Sí, sí, digo dos Padrenuestros dos Ave Marías, y me olvido…”. No, la oración del papagayo no va. La verdadera oración es ésta: con el Señor. Y cuando yo debo interceder, debo hacerlo así, con coraje. La gente, en el discurso común, utiliza una expresión que me dice mucho, cuando quiere llegar a algo: “Haré lo mejor que pueda”. En la oración de intercesión, esto también es cierto: “Haré lo mejor que pueda”. El valor para seguir adelante. Pero quizás venga la duda: “Yo hago esto, pero ¿cómo sé que el Señor me escucha?”. Tenemos una seguridad: Jesús. Él es el gran intercesor.
Y Jesús ascendido al Cielo, está ante el Padre e intercede por nosotros – reiteró el Papa – así como antes de la Pasión había prometido a Pedro que rezaría para que su fe no decayera:
Esa intercesión de Jesús: Jesús ora por nosotros en este momento. Y cuando yo rezo, tanto con persuasión como con regateo y tanto tartamudeando como discutiendo con el Señor, es Él quien toma mi oración y la presenta al Padre. Y Jesús no necesita hablar ante el Padre: le muestra las heridas. El Padre ve las heridas y concede gracia. Cuando nosotros rezamos, pensamos que lo hacemos con Jesús. Cuando hacemos la oración de intercesión valiente así, lo hacemos con Jesús: Jesús es nuestro coraje, Jesús es nuestra seguridad, que en este momento intercede por nosotros.
Al concluir, el Papa Bergoglio volvió a exhortar a rezar con coraje:
Que el Señor nos dé la gracia de ir por este camino, de aprender a interceder. Y cuando alguien nos pida que recemos, no hacerlo con dos oracioncitas – nada – no, hacerlo seriamente, ante la presencia de Jesús, con Jesús, que intercede por todos nosotros ante el Padre.
Debora Donnini – Città del Vaticano