Hoy se celebra la solemnidad de San Pedro y Pablo. El Papa Francisco presidió la Misa en la Basílica de San Pedro a las 9,30 y se bendijo los Palios para los nuevos arzobispos metropolitanos. Además, como es tradición, la Iglesia se une de manera especial al Patriarcado ecuménico de Constantinopla. Pedro y Andrés eran hermanos, dijo el Papa en su homilía “y nosotros, cuando es posible, intercambiamos visitas fraternas en los respectivos días festivos: no tanto por amabilidad, sino para caminar juntos hacia la meta que el Señor nos indica: la unidad plena”.
Luego a las doce el Papa se dirigió al apartamento apostólico, para dirigir el rezo mariano del Ángelus. A los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, les dijo en su alocución previa al rezo mariano, que es un “regalo encontrarnos rezando aquí, cerca del lugar donde Pedro murió como mártir y está enterrado”.
Sin embargo, la liturgia de hoy, dijo el Papa, recuerda un episodio completamente diferente: relata que varios años antes Pedro fue liberado de la muerte. Había sido arrestado, estaba encarcelado y la Iglesia, preocupada por su vida, rezaba incesantemente por él. Entonces un ángel bajó para liberarlo de la prisión. “Pero incluso años después, cuando Pedro estuvo prisionero en Roma, la Iglesia ciertamente habría rezado. Sin embargo, en aquella ocasión, no se le perdonó la vida. ¿Cómo es que fue liberado de la primera sentencia y luego no?”, se pregunta el Pontífice.
Pedir a Dios nos la mayor gracia, la de dar la vida
Francisco dijo a los presentes que “hay un camino en la vida de Pedro que puede iluminar el camino de nuestra vida. El Señor le concedió grandes gracias y lo liberó del mal: también lo hace con nosotros”. A menudo, acudimos a Él sólo en momentos de necesidad. Pero Dios, señaló, ve más allá y nos invita a llegar más lejos, a buscar no sólo sus dones, sino a Él; a confiarle no sólo los problemas, sino la vida. De esta manera, Él puede finalmente darnos la mayor gracia, la de dar la vida. Sí, lo más importante en la vida es hacer de la vida un don.
“Y esto es válido para todos: para los padres con sus hijos y para los hijos con sus padres ancianos; y aquí me recuerda a tantos ancianos, que son dejados solos por la familia, como – me atrevo a decir – como si fueran material de desecho. Y este es un drama de nuestro tiempo: la soledad de los ancianos. La vida de los hijos y nietos no es un regalo para los ancianos. Dios desea hacernos crecer en el don: sólo así podemos ser grandes. Miremos a San Pedro: no se convirtió en un héroe porque fue liberado de la prisión, sino porque dio su vida allí. Su don ha transformado un lugar de ejecución en el hermoso lugar de esperanza en el que nos encontramos”.
No sólo la gracia del momento sino la gracia de la vida
En su alocución, el Papa dijo a los presentes, que hay que pedirle a Dios: no sólo la gracia del momento, sino la gracia de la vida.
“El Evangelio de hoy nos muestra precisamente el diálogo que cambió la vida de Pedro. Se encontró ante la siguiente pregunta de Jesús: “Quién dices que soy yo?”. Y respondió: «Tú eres el Hijo de Dios vivo». Y Jesús contestó: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás». Jesús dice bienaventurado, es decir, literalmente, feliz. Tomemos nota: Jesús dice “Bienaventurado eres” a Pedro, que le había dicho “Tú eres el Dios vivo”. ¿Cuál es entonces el secreto de una vida dichosa, feliz? Reconocer a Jesús, pero a Jesús como Dios vivo.
Reconocer a Jesús como Dios vivo
Por último, el Pontífice, nos dice que no importa saber que Jesús fue grande en la historia, no importa apreciar lo que dijo o hizo: importa el lugar que le concedemos cada uno de nosotros en nuestras vidas.
“En ese momento Simón escuchó a Jesús decir: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». No le llamó “Piedra” porque fuera un hombre sólido y de confianza. No; cometerá muchos errores, llegará incluso a negar al Maestro. Pero eligió construir su vida sobre Jesús; y no – como dice el texto – sobre “la carne ni la sangre”, es decir, sobre sí mismo, sobre sus capacidades; sino sobre Jesús. Jesús es la roca en la que Simón se convirtió en piedra”.
Por último, el Pontífice dijo, hoy, ante los Apóstoles, podemos preguntarnos: “Y yo, ¿cómo presento la vida? ¿Pienso sólo en las necesidades del momento o creo que mi verdadera necesidad es Jesús, que hace de mí un regalo? ¿Y cómo construyo mi vida, sobre mis capacidades o sobre el Dios vivo?” El Papa finalizó encomendándonos a María: “Y ella interceda para que nosotros podamos, con la gracia de Dios hacer de nuestra vida un regalo, un don”.
Patricia Ynestroza – Ciudad del Vaticano