Ciclo B – Tiempo Ordinario – Semana 31 – Miércoles
7 de noviembre de 2018
La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a las 9:30 en la Plaza de San Pedro donde el Santo Padre Francisco ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
El Santo Padre, continuando el ciclo de catequesis sobre los mandamientos ha hablado del séptimo mandamiento: “No robarás” a la luz del pasaje bíblico de la Primera carta de San Pablo apóstol a Timoteo 6, 7-10).
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo.
La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
Lectura de la Primera carta del apóstol San Pablo a Timoteo 6,7-10
Hermanos: Nada hemos traído al mundo, como tampoco podemos llevarnos nada de él. Teniendo que comer y con qué cubrirnos, contentémonos con esto. Los que quieren enriquecerse, sucumben a la tentación, se enredan en un lazo y son presa de muchos deseos absurdos y nocivos, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición, porque el amor al dinero es la raíz de todos los males.
Palabra de Dios.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuando con la explicación del Decálogo, hoy llegamos a la Séptima Palabra: “No robarás”. Al escuchar este mandamiento, pensamos en el robo y el respeto por la propiedad de otros. No hay cultura en la que el robo y el abuso de bienes sean lícitos; en efecto, la sensibilidad humana es muy susceptible por lo que respecta a la defensa de la posesión.
Pero vale la pena abrirnos a una lectura más amplia de esta Palabra, centrándonos en el tema de la propiedad de los bienes a la luz de la sabiduría cristiana.
En la doctrina social de la Iglesia se habla del destino universal de los bienes. ¿Qué significa esto? Escuchemos lo que dice el Catecismo: «Al comienzo Dios confió la tierra y sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos, los dominara mediante su trabajo y se beneficiara de sus frutos (cf. Gen 1,26-29). Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano» (No. 2402). Y nuevamente: «El destino universal de los bienes continúa siendo primordial, aunque la promoción del bien común exija el respeto de la propiedad privada, de su derecho y de su ejercicio». (No. 2403)[1].
La Providencia, sin embargo, no ha organizado un mundo en “serie”, existen diferencias, condiciones diversas, culturas distintas, por lo que se puede vivir ayudándose unos a otros. El mundo es rico en recursos para asegurar a todos los bienes primarios. Sin embargo, muchos viven en una situación de pobreza escandalosa y los recursos naturales, mal utilizados, se van deteriorando. ¡Pero el mundo es uno solo! ¡La humanidad es solo una![2] La riqueza del mundo, hoy, está en manos de una minoría, de pocos, y la pobreza, todavía más, la miseria y el sufrimiento, de tantos, de la mayoría.
Si hay hambre en la tierra, ¡no es porque falten alimentos! De hecho las necesidades del mercado a veces llevan a destruirlos, a tirarlos. Lo que falta es una iniciativa empresarial libre y con visión de futuro, que garantice una producción adecuada y un enfoque solidario que asegure una distribución equitativa. El Catecismo también dice: «El hombre, al servirse de esos bienes, debe considerar las cosas externas que posee legítimamente no sólo como suyas, sino también como comunes, en el sentido de que puedan aprovechar no sólo a él, sino también a los demás» ( Nº 2404). Toda riqueza, para ser buena, debe tener una dimensión social.
En esta perspectiva, aparece el significado positivo y amplio del mandamiento “No robarás”. «La propiedad de un bien hace de su dueño un administrador de la providencia» (ibíd.). Nadie es dueño absoluto de los bienes: es un administrador de los bienes. La posesión es una responsabilidad: “Pero yo soy rico de todo…” —esta es una responsabilidad que tienes—. Y todo bien sustraído a la lógica de la Providencia de Dios es traicionado, traicionado, en su sentido más profundo. Lo que poseo realmente es lo que sé dar. Esta es la medida para saber si administro bien o mal las riquezas; esta palabra es importante: lo que realmente poseo es lo que sé dar. Si yo sé dar, si estoy abierto, entonces soy rico, no solamente de lo que poseo, sino también de generosidad, generosidad también como un deber de dar riqueza para que todos participen de ella. De hecho, si no puedo dar algo, es porque eso me posee, tiene poder sobre mí y me esclaviza. La posesión de los bienes es una oportunidad para multiplicarlos con creatividad y usarlos con generosidad, y así crecer en amor y libertad.
Cristo mismo, a pesar de ser Dios, «no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mimo» (Fil 2,6-7) y nos enriqueció con su pobreza (cf. 2Co 8,9).
Mientras la humanidad se afana por tener más, Dios la redime haciéndose pobre: ese Hombre Crucificado ha pagado por todos un rescate inestimable por parte de Dios Padre, “rico en misericordia” (Ef 2,4, ver St 5,11). Lo que nos hace ricos no son los bienes sino el amor. Muchas veces hemos escuchado lo que dice el Pueblo de Dios: “El diablo se cuela por los bolsillos”. Se empieza por el amor al dinero, la fama que hay que poseer; luego llega la vanidad: “Ah, soy rico y presumo de ello”; y al final, el orgullo y la soberbia. Así actúa el diablo en nosotros. Pero la puerta son los bolsillos.
Queridos hermanos y hermanas, una vez más Jesucristo nos revela el pleno sentido de las Escrituras. «No robarás» significa: ama con tus bienes, aprovecha tus medios para amar como puedas. Entonces tu vida será buena y la posesión se convertirá verdaderamente en un don. Porque la vida no es el tiempo de poseer sino de amar. Gracias.
Saludos en las diversas lenguas
Saludos en francés
Saludo cordialmente a los peregrinos francófonos, en particular al Collège Fénelon-Sainte Marie de París. Nuestra vida no está hecha para poseer, sino para amar. Esforcémonos, hermanos y hermanas, por hacer el bien, tanto como sea posible, con los bienes que poseemos. Nuestra vida será buena y nuestros bienes se convertirán en un don para todos. ¡Dios os bendiga!
Saludos en inglés
Saludo a los peregrinos de habla inglesa presentes en la audiencia de hoy, especialmente a los de Dinamarca, Japón, Filipinas y los Estados Unidos de América. Dirijo un saludo especial a los participantes en la primera Conferencia Internacional de los Hombres, que se celebra en Roma estos días. Sobre todos vosotros y vuestras familias, invoco el gozo y la paz del Señor. ¡Dios os bendiga!
Saludos en alemán
Con afecto, saludo a los peregrinos de habla alemana, en particular a los Amigos del Archivo Secreto Vaticano de Bamberg y a la comunidad de Mädchenrealschule Volkach. Que el Señor os dé la riqueza y la alegría de una vida pasada en el espíritu del don de sí mismo y de lo que uno posee. Compartir nuestros bienes con los demás no nos hace pobres, sino ricos en lo que realmente importa, ricos en amor. ¡El Señor os bendiga.
Saludos en español
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica. Que el Señor Jesús nos conceda entender que la vida no es un tiempo para poseer sino para amar con nuestros bienes, porque solo tenemos aquello que sabemos donar. Que la Virgen María nos ampare e interceda por nosotros. Muchas gracias.
Saludos en portugués
Saludo de todo corazón a los diversos grupos de Brasil y Portugal, junto con todos los peregrinos de habla portuguesa: ¡Gracias por vuestra presencia y, sobre todo, por vuestras oraciones! A la Virgen María confío vuestros pasos, encaminados al servicio del crecimiento en la dignidad humana y divina de nuestros hermanos y hermanas. Sobre vosotros y vuestras familias descienda la bendición del Señor. Gracias.
Saludos en árabe
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de habla árabe, especialmente a los de Medio Oriente. Queridos hermanos y hermanas, amad con vuestros bienes, aprovechad vuestros medios para amar como podáis. Porque la vida no es tiempo de poseer, sino de amar. ¡El Señor os bendiga!
Saludos en polaco
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, el próximo domingo se cumple el centenario de la independencia de Polonia. En esta ocasión, me uno a vosotros y a todos vuestros compatriotas en la oración de acción de gracias. Espero que el pueblo polaco pueda vivir el don de la libertad en paz y prosperidad, construyendo un futuro feliz para vuestra patria, en la unión basada en la herencia espiritual de sus antepasados y el amor fraternal. ¡Que siempre os acompañe la protección de María Reina de Polonia y la bendición de Dios!
Saludos en italiano
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Me complace recibir a las Hermanas Apóstolas del Sagrado Corazón de Jesús, con los colaboradores laicos, a los grupos parroquiales, especialmente el de Andria, y la Facultad de Derecho Canónico “San Pío X”, de Venecia, en el décimo aniversario de su erección, acompañados por el Patriarca, Mons. Francesco Moraglia.
Saludo al Centro nacional de coordinación de máscaras italianas, a la Asociación Camino de Vinos y Sabores de las Colinas de Forlì y Cesena, a la Asociación “ La casa voladora” de Gazzo Veronese; al Instituto de San Marco dei Cavoti y al grupo de estudiantes de escuela intermedia de “Azuolynas” de Klaipeda.
Un pensamiento especial para los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados.
Pasado mañana celebraremos la Dedicación de la Basílica de Letrán, la catedral del obispo de Roma, la catedral del Papa. Rezad por mí para que confirme siempre a los hermanos en la fe. Gracias.
[1] Ver Enc. Laudato si’, 67: «Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras. Porque, en definitiva, “la tierra es del Señor” (Sal 24,1), a él pertenece “la tierra y cuanto hay en ella” (Dt 10,14). Por eso, Dios niega toda pretensión de propiedad absoluta: “La tierra no puede venderse a perpetuidad, porque la tierra es mía, y vosotros sois forasteros y huéspedes en mi tierra” (Lev 25 33)»
[2] Ce. San Pablo VI, Enc. Populorum progressio, 17: «Pero cada uno de los hombres es miembro de la sociedad, pertenece a la humanidad entera. Y no es solamente este o aquel hombre sino que todos los hombres están llamados a este desarrollo pleno. […] Herederos de generaciones pasadas y beneficiándonos del trabajo de nuestros contemporáneos, estamos obligados para con todos y no podemos desinteresarnos de los que vendrán a aumentar todavía más el círculo de la familia humana. La solidaridad universal, que es un hecho y un beneficio para todos, es también un deber».