Ciclo A – Tiempo Ordinario – Semana 09 – Lunes
5 de junio de 2017
San Bonifacio, obispo y mártir
(RV).- Que las obras de misericordia no sean dar limosna para tranquilizar la conciencia, sino la participación en el sufrimiento de los demás, incluso corriendo riesgos y dejándose incomodar. Lo afirmó el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta en el día en que la Iglesia recuerda a San Bonifacio, mártir y apóstol de Alemania.
El Papa Francisco comenzó su reflexión a partir de la Primera Lectura, tomada del Libro de Tobías. Los hebreos habían sido deportados a Asiria: un hombre justo, llamado Tobit, ayuda a sus compatriotas pobres —arriesgando su propia vida— a sepultar a escondidas a los que eran asesinados impunemente. Tobit experimenta tristeza frente al sufrimiento de los demás. De aquí la reflexión del Papa sobre las catorce obras de misericordia, corporales y espirituales. Realizarlas —explicó— no significa sólo compartir lo que uno posee, sino apiadarse:
“Es decir, sufrir con quien sufre. Una obra de misericordia no es hacer alguna cosa para tranquilizar la conciencia: una obra de bien así estoy más tranquilo, me quito un peso de encima… ¡No! También es compadecerse el dolor del otro. Compartir y compadecerse: van juntas. Es misericordioso el que sabe compartir y también apiadarse de los problemas de las otras personas. Y aquí la pregunta: ¿Yo sé compartir? ¿Soy generoso? ¿Soy generosa? Pero también cuando veo a una persona que sufre, que tiene dificultades, ¿yo también sufro? ¿Sé ponerme en los zapatos de los demás? ¿En la situación de sufrimiento?”.
A los judíos deportados a Asiria se les había prohibido sepultar a sus propios compatriotas. Incluso podían ser asesinados a su vez. De este modo Tobit se arriesgaba. Realizar obras de misericordia —reafirmó Francisco— no sólo significa compartir y compadecer, sino también correr el riesgo:
“Pero tantas veces se arriesga. Pensemos aquí, en Roma. En plena guerra: cuántos corrieron riesgos, comenzando por Pío XII, por esconder a los judíos, ¡para que no fueran asesinados, para que no fueran deportados! ¡Arriesgaban el pellejo! ¡Pero salvar la vida de aquella gente era una obra de misericordia! Arriesgarse”.
El Pontífice subrayó asimismo otros dos aspectos: dijo que quien realiza obras de misericordia puede ser objeto de burla por parte de los demás —como le sucedió a Tobit— porque era considerada una persona que hacía cosas demenciales en lugar de estar tranquila. Y también —añadió el Papa— es uno que se deja incomodar:
“Hacer obras de di misericordia incomoda. ‘Pero yo tengo un amigo, una amiga, enfermo y quisiera ir a visitarlo, pero no tengo ganas… prefiero descansar o mirar la televisión… tranquilo’. Hacer obras de misericordia siempre es padecer incomodidades. Incomodan. El Señor ha padecido la incomodidad por nosotros: fue a la cruz. Para darnos misericordia”.
Quien “es capaz de hacer una obra de misericordia” —subrayó el Santo Padre al concluir— es “porque sabe que él ha sido ‘misericordiado’ antes; que el Señor le ha dado la misericordia a él. Y si nosotros hacemos estas cosas, es porque el Señor ha tenido piedad de nosotros. Pensemos en nuestros pecados, en nuestras equivocaciones y en cómo el Señor nos ha perdonado: nos ha perdonado todo, ha tenido esta misericordia” y nosotros “hacemos lo mismo con nuestros hermanos”. “Las obras de misericordia —concluyó Francisco— son las que nos sacan del egoísmo y nos hacen imitar a Jesús más de cerca”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).