Mi vida en Xto

Oración del martes: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy“

Ciclo C – Cuaresma – Semana 05 – Martes
09 de abril de 2019

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Puesto en tu presencia, Señor mío, te quiero agradecer por este momento de oración. Ilumíname con la luz de tu Espíritu para que pueda comprender cada vez mejor tu palabra, interiorizarla, y vivirla en el día a día con mayor fidelidad.

Acto penitencial

(Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).

Sé, Señor, que muchas veces me aparto de Ti. Sé que muchas veces prefiero mis planes, sobre todo cuando Tú me invitas a la generosidad y al sacrificio. Te pido perdón, Señor, y pido también tu auxilio para no escandalizarme frente a tu Cruz y, por el contrario, abrazarla con amor.

Lectura Bíblica según el Evangelio del día

“Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy” (San Juan 8,21-30).

Jesús les dijo otra vez: «Yo me voy y ustedes me buscarán, y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir». Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: “Adonde yo voy, ustedes no pueden ir?”. Él les decía: «Ustedes son de abajo, yo soy de arriba. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya les he dicho que morirán en sus pecados, porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados». Entonces le decían: «¿Quién eres tú?» Jesús les respondió: «Desde el principio, lo que les estoy diciendo. Mucho podría hablar de ustedes y juzgar, pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él». Al hablar así, muchos creyeron en él.

Lectura espiritual breve

Medita las siguientes palabras de San Juan Pablo II:

Así, la resurrección confirma la verdad de su misma divinidad. Jesús había dicho: «Cuando hayáis levantado (sobre la cruz) al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy» (Jn 8,28). Los que escucharon estas palabras querían lapidar a Jesús, puesto que «YO SOY» era para los hebreos el equivalente del nombre inefable de Dios. De hecho, al pedir a Pilato su condena a muerte presentaron como acusación principal la de haberse «hecho Hijo de Dios» (Jn 19,7)… Esta era la gran blasfemia, la imputación para la condena a muerte: ¡el haberse proclamado Hijo de Dios! Y ahora su resurrección confirmaba la veracidad de su identidad divina y legitimaba la atribución hecha a Sí mismo, antes de la Pascua, del Nombre de Dios: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo soy» (Jn 8,58). Para los judíos ésa era una pretensión que merecía la lapidación (ver Lev 24,16), y, en efecto, «tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del templo» (Jn 8,59). Pero si entonces no pudieron lapidarlo, posteriormente lograron “levantarlo” sobre la cruz: la resurrección del Crucificado demostraba, sin embargo, que Él era verdaderamente Yo soy, el Hijo de Dios.

Breve meditación personal

Haz silencio en tu interior y pregúntate:

1.- Estamos en las últimas semanas de Cuaresma, ¿cómo la he vivido hasta ahora?

2.- ¿Qué puedo hacer para vivirla mejor en estas semanas que quedan?

3.- ¿Cuáles son las cruces que Dios me invita a cargar con mayor decisión en este tiempo?

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias, Señor, porque me renuevas en el deseo de seguirte más de cerca y de amarte cada vez más. En estos días en los que me preparo para la Semana Santa ayúdame a comprender mejor el sentido de tu Cruz, para acogerla y crecer en santidad y caridad.  Amén

(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…

Consagración a María

Pidámosle a María que nos acompañe siempre:

Acuérdate,
¡oh piadosísima, Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que
han acudido a tu protección,
implorando tu auxilio
haya sido abandonado de Ti.

Animado con esta confianza,
a Ti también yo acudo,
y me atrevo a implorarte
a pesar del peso de mis pecados.

¡Oh Madre del Verbo!,
no desatiendas mis súplicas,
antes bien acógelas benignamente. Amén

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.