Mi vida en Xto Oración

Oración del lunes: «No hagan frente al que les hace mal»

Ciclo C – Tiempo Ordinario – Semana 11 – Lunes
13 de junio de 2022

Jesus con niños

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Buen Jesús, gracias por esta Semana que comienza. Gracias por salir a mi encuentro y ayudarme a empezarla junto a Ti. Te pido Señor que pueda escuchar tu palabra de vida, y dejando que ella actúe en mi corazón, pueda convertirme cada día en un discípulo más plenamente tuyo y así anunciar tu Reino al mundo entero.

Acto penitencial

Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.

Señor Jesús, a Ti que te hiciste hombre para reconciliarnos con tu amor, te pido perdón por todos mis pecados y omisiones. Yo se que soy débil y pecador, pero sé también, que para quién se confía en Ti, todo es posible. Por eso Señor pongo en Ti toda mi confianza y te ruego que me ayudes a luchar con fortaleza y radicalidad contra la tentación y contra todo mal. Gracias Señor.

Lectura Bíblica según el Evangelio del día

“No hagan frente al que les hace mal” (Mt 5,38-42)

Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente.» Pero yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te hace un pleito por la camisa, entrégale también el manto. Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos. Da al que te pida, y al que espera de ti algo prestado, no le vuelvas la espalda.

Lectura espiritual breve

Lee esta breve reflexión del Padre Juan José Paniagua que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio:

Todos hemos escuchado la ley del ojo por ojo, diente por diente. Ahora nos parece un escándalo. Pero en la época del Antiguo Testamento no lo era, por el contrario, era un gran avance. De hecho, aparece sugerida en tres de los cinco primeros libros de la Biblia. Era un progreso porque por lo menos moderaba los castigos, para que no haya abusos y les ponía un límite, que era no castigar más a allá del mal que se había cometido. 

Pero Jesús en el sermón de la montaña da un paso más y nos va a mostrar la plenitud de la ley. La plenitud de la ley, no se queda sólo en la justicia equitativa, sino apunta más arriba, al amor, a la misericordia. Ahí donde la justicia ya no tiene nada más que dar, brilla la misericordia con toda su luz y nos trae la esperanza. Si a cada uno de nosotros nos dieran lo que merecemos por las obras que hemos hecho, recibiríamos más males que bienes. La medida es la del amor. Dar sin esperar nada a cambio. Dar incluso, sabiendo que vamos a recibir males como respuesta. Eso significa poner la otra mejilla. 

No es buscar el sufrimiento, ni hacer que abusen de ti. Sino significa seguir dando la cara, seguir mostrando el rostro misericordioso de Jesús así nos rechacen o nos persigan. Por eso decía el Papa Francisco: «el cristiano es el de corazón magnánimo» el de las cosas grandiosas. Poner la otra mejilla es vivir nuestra vocación de ser embajadores de la reconciliación, de ser testimonio en medio del mundo de que Jesús ha venido a vencer el mal, a fuerza del bien. 

Haz silencio en tu interior y pregúntate:

1. ¿Qué me dice el evangelio que he leído?

2. ¿Cómo ilumina mi vida?

3. ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Buen Señor por tu reconciliación y por el amor que me tienes. Tú no has mirado nuestra indignidad, sino que has seguido apostando una y otra vez por nosotros. Ayúdame a vivir auténticamente la caridad cristiana, para que pueda iluminar el mundo con tu misericordia y amor.  Amén

Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.

Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…

Consagración a María

Pidámosle a María que nos acompañe siempre:

Acuérdate, 
¡oh piadosísima, Virgen María!, 
que jamás se ha oído decir 
que ninguno de los que 
han acudido a tu protección, 
implorando tu auxilio 
haya sido abandonado de Ti. 

Animado con esta confianza, 
a Ti también yo acudo, 
y me atrevo a implorarte 
a pesar del peso de mis pecados. 

¡Oh Madre del Verbo!, 
no desatiendas mis súplicas, 
antes bien acógelas benignamente. 

Amén

+  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.