Ciclo A – Tiempo Ordinario – Semana 19 – Lunes
10 de agosto de 2020
+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.
Oración Inicial
Señor, al comenzar este día y esta semana, me quiero poner en tu presencia y darte gracias por todo lo que haces por mí. En este momento de oración quiero abrir mi mente y mi corazón a tu Espíritu, para que la lectura y meditación de tu Palabra ilumine mi vida y me ayude a seguirte con generosidad.
Acto penitencial
(Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Señor, te pido perdón por haberte dado la espalda, por haberme olvidado de ti y de tus palabras, por todas las veces que callé tu voz y opté por hacer lo que yo quería. Sabes que te quiero y me duele haberte fallado, prometo que si me ayudas no volveré traicionar nuestra amistad. Gracias por tu perdón y por tu inmensa misericordia. No he hecho nada para recibirlos, pero tú me amas de manera incondicional. Gracias Señor por amarme hasta el extremo.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día
«¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?” San Mateo 17,22-27
Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús les dijo: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres: lo matarán y al tercer día resucitará”. Y ellos quedaron muy apenados. Al llegar a Cafarnaún, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: “¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?”. “Sí, lo paga”, respondió. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: “¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?”. Y como Pedro respondió: “De los extraños”, Jesús le dijo: “Eso quiere decir que los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti”.
Lectura Espiritual breve
Lee este breve texto del que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio:
«Cuando Cristo reconcilió el mundo con Dios, ciertamente no tenía necesidad de reconciliarse él mismo con Dios. ¿Por cuál de sus pecados tendría necesidad de apaciguar a Dios, él que no tenía pecado? Así, cuando los judíos le reclaman la dracma exigida por le Ley, Jesús dice a Pedro: “¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra ¿a quiénes cobran los impuestos y contribuciones: a sus hijos o a los extraños? Pedro contestó: A los extraños. Jesús le dijo: Por tanto, los hijos están exentos. Con todo, para que no se escandalicen, vete al lago echa el anzuelo y saca el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás en ella una moneda de plata. Tómala y dásela por mí y por ti.” (Mt 17,25_27) Cristo nos enseña aquí que él no tenía nada que expiar por pecados personales, ya que no era esclavo sino el Hijo de Dios, libre de toda culpa. El hijo es libre, el esclavo está en el pecado. Ya que Jesús es totalmente libre de culpa no paga nada como rescate de su alma, Él cuya sangre pagó con creces la redención de todos los pecados del mundo entero. Tiene el derecho de liberar a los demás, él que no tiene deuda alguna. Pero, quisiera ir más lejos todavía. Cristo no está solo en no tener que pagar nada por la redención o la remisión de pecados personales. Si miras a cualquier persona creyente, puedes decir que nadie debe realizar su propia expiación, ya que Cristo ha expiado los pecados de todos».
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.-¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Te agradezco, Señor, por esta oración. Ayúdame a vivir siempre conciente de la dignidad inmensa con la que Tú me has revestido al dar tu vida por mí. Tú has redimido la deuda de mi pecado. Soy libre en Ti. Quiero, Señor, vivir esa libertad de los hijos de Dios. Amén.
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.)
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria...
Consagración a María
Termina esta oración rezándole a María.
¡Oh Señora mía, oh Madre mía!,
yo me entrego del todo a Ti,
y en prueba de mi filial afecto,
te consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón,
en una palabra, todo mi ser,
ya que soy todo tuyo,
¡oh Madre de bondad!,
guárdame y protégeme como hijo tuyo.
Amén.
+ En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.