Año C – Tiempo Ordinario – Semana 07 – Miércoles
18 de mayo de 2016
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Aquí estoy, Señor, nuevamente para compartir contigo, para conocerte más y dejarme iluminar por tu Palabra. Te pido que me ayudes a acercarme con humildad, reconociendo mis debilidades, consciente de que no siempre respondo a tu llamada pero con la disposición de cambiar, de crecer y seguir tu voz de ahora en adelante.
Acto penitencial
Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día.
Buen Jesús, Tú que has venido a traer el perdón a los pecadores, que viniste para estar con los enfermos y los necesitados, acoge en tu perdón a este hermano tuyo. Me presento ante ti frágil y pecador, necesitado de tu abrazo de amor, con la plena conciencia que no soy perfecto, que he caído, que he faltado en obra y omisión, pero confiado en tu misericordia de todo corazón te pido perdón.
Lectura Bíblica según el Evangelio del día
“El que no está contra nosotros está con nosotros” (Mc 9,38-40)
Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que hacía uso de tu nombre para expulsar demonios, y hemos tratado de impedírselo porque no anda con nosotros.» Jesús contestó: «No se lo prohíban, ya que nadie puede hacer un milagro en mi nombre y luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está con nosotros.
Lectura espiritual breve
Lee este texto del Padre Juan José Paniagua que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio:
Hoy en el Evangelio escuchamos una buena noticia. Los apóstoles veían a algunos que no eran de los suyos, pero que echaban demonios en el nombre de Jesús. Es buena noticia ver a otros, que uno no conoce, que también trabajan por la causa del bien, que están buscando servir, ayudar, anunciar a Jesús.
Pero nuevamente los apóstoles, que aún no llegan a entender la lógica de Dios, les prohíben actuar. Olvidaban que somos Iglesia, y por tanto los convocados no son sólo unos cuantos, sino que la Iglesia es casa de todos. Recordemos eso, somos Iglesia y somos un solo cuerpo, el Cuerpo Místico de Jesús, donde somos muchos y somos distintos, pero vivimos unidos en Cristo y en esa diversidad y en esa unidad está nuestra grandeza.
Por eso siempre, y sobre todo al interior de la Iglesia, tenemos que ayudarnos, apoyarnos. A veces podemos caer en un vicio: en vez de ayudarnos, nos criticamos entre nosotros. Está bien cierta crítica constructiva. Pero lo que edifica es la caridad. Qué fácil es señalar las cosas que están mal, que todo debería cambiar, que las cosas deberían ser distintas. Qué difícil es ser artífice de ese cambio viviendo el amor.
Hay que tener cuidado porque hay una diferencia inmensa entre la crítica constructiva y la queja. Los quejones no aportan. Los que se la pasan lamentándose, tampoco. No andemos buscando los yerros de los demás, como si eso fuera de algún mérito. Recordemos lo que dijo la Madre Teresa de Calcuta, cuando se acercaron a decirle: “Madre, la Iglesia está muy mal, hay que cambiarla. ¿Por dónde comenzamos? ¿Por el Papa, los curas, las monjas?”. Y la Madre respondió: “No. Comencemos por ti y por mí”.
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
1. ¿Cómo vives la unidad con los demás? ¿Con tu familia, tus amigos, en tu trabajo, en la Iglesia? ¿Vives en unidad o vives muy dividido, con tensiones, conflictos?
2. ¿Qué tanto te quejas de los demás? ¿Haces igual por mirar cuál es la parte que a ti te toca cambiar en vez de fijarte tanto en la del otro? ¿Qué puedes hacer para vivir en una mayor reconciliación?
Acción de gracias y peticiones personales
Te doy gracias, Señor, por este momento de oración, por la oportunidad que me das de detenerme un instante para aprender de ti, para conocerte más, para mejorar nuestra amistad. También te agradezco por ser parte de la Iglesia y por todos los dones que me impartes a través de Ella. Te pido que me ayudes a no juzgar al prójimo, sino que siempre trate de ayudarlo con sinceridad, anunciándole tu Buena Nueva, y acercándolo a Ti y a tu Santa Iglesia.
Amén
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Acuérdate,
¡oh piadosísima, Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que
han acudido a tu protección,
implorando tu auxilio
haya sido abandonado de Ti.
Animado con esta confianza,
a Ti también yo acudo,
y me atrevo a implorarte
a pesar del peso de mis pecados.
¡Oh Madre del Verbo!,
no desatiendas mis súplicas,
antes bien acógelas benignamente.
Amén.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.