Ciclo B – Tiempo Ordinario – Semana 03 – Viernes
26 de enero de 2018
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
Te pido, Señor, que me ayudes a poner toda mi mente y corazón en este momento de oración. Sé que Tú siempre estás conmigo y que los frutos del encuentro contigo son un don de tu amor que yo me esforzaré por atesorar y llevar a la práctica en mi vida.
Acto penitencial
(Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Reconozco, Amigo bueno, que soy débil y muchas veces me alejo de Ti. Me sostiene la firme esperanza de que tu amor y tu misericordia son siempre más grandes que mi pecado. A Ti, Señor, me entrego y en Ti confío.
Lectura bíblica según el Evangelio del día
“Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Lc 10,1-9).
Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!”. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”.
Lectura espiritual breve
San Juan Pablo II nos ayuda con este texto a profundizar en el sentido de la invitación de Jesús a rezar para que el Padre envíe trabajadores a la cosecha:
«La falta de obreros para la mies de Dios constituía, ya en los tiempos evangélicos, un desafío para Jesús mismo. Su ejemplo nos permite comprender que el número demasiado escaso de consagrados es una situación inherente a la condición del mundo, y no sólo un hecho accidental debido a las circunstancias actuales. El Evangelio nos muestra que Jesús, recorriendo ciudades y aldeas, sentía compasión por las muchedumbres, porque «estaban fatigados y decaídos, como ovejas sin pastor» (Mt9, 36). Procuraba aliviar esa situación, brindando su enseñanza a la muchedumbre, pero quería que sus discípulos participaran en la solución de ese problema, invitándolos, ante todo, a la oración: “Rogad […] al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. El acento que se pone en la oración es sorprendente. Dada la iniciativa soberana de Dios en las llamadas, se podría pensar que sólo el Dueño de la mies, independientemente de cualquier otra intervención o colaboración, debe proveer al número de los obreros. Por el contrario, Jesús insiste en la cooperación y la responsabilidad de sus seguidores. También a nosotros, hombres de hoy, nos enseña que podemos y debemos influir con la oración en el número de las vocaciones. El Padre acoge esa oración, porque la desea y la espera, y Él mismo la hace eficaz. En los tiempos y lugares donde es más grave la crisis de las vocaciones, mayor será la necesidad de esa oración. Pero debe subir al cielo en todo tiempo y lugar. Por tanto, toda la Iglesia y todos los cristianos tienen siempre una responsabilidad en este campo».
Breve meditación personal
(Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.-¿Qué me falta para ser más como Él?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias, Dios mío, por este momento de profundización en tu Palabra. Gracias por estar conmigo. Me has renovado en la conciencia de que tengo que pedir con insistencia que envíes trabajadores para la cosecha. Todos tenemos una misión en tu Iglesia. Fortalecido con tu gracia, quiero tomar mi lugar allí donde Tú me llamas y ser generoso en mi entrega.
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Pidamos la intercesión de María rezando esta oración:
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.