Ciclo A – Tiempo Ordinario – Semana 18 – Martes
8 de agosto de 2017
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración inicial
¡Creo Señor, pero aumenta mi fe! Quédate conmigo en este espacio de encuentro contigo. Que pueda confiar cada vez más en Ti, para que a semejanza de San Pedro, pueda ir creciendo en la certeza de que contigo no hay nada que perder.
Acto penitencial
(Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).
Perdóname Señor por todos los momentos en que me quedo centrado en mí mismo y me olvido de mirarte. Sé que tu amor es más fuerte y que con tu misericordia me ayudas a levantarme una y otra vez de cada caída.
Lectura Bíblica
«Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Mt 14,22-36
En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman». Entonces Pedro le respondió: «Señor, si eres Tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua». «Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame». En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante Él, diciendo: «Verdaderamente, Tú eres el Hijo de Dios». Al llegar a la otra orilla, fueron a Genesaret. Cuando la gente del lugar lo reconoció, difundió la noticia por los alrededores, y le llevaban a todos los enfermos, rogándole que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron curados.
Lectura espiritual breve
Medita con este texto de San Juan XXIII:
San Mateo, el primero de los evangelistas, nos cuenta que Jesús, al caer de una jornada fatigosa, se recogió solo en el monte a orar. La barca de los suyos, que había quedado en el lago, era agitada por los vientos y, ya de noche, Jesús bajó, y caminando ligero sobre las olas dijo en voz alta: tened confianza no temáis, porque soy yo. Señor, si eres Tú, dijo Pedro, haz que yo pueda llegarme a Ti andando sobre las aguas. Y Jesús dijo: Ven. Y Pedro, bajando de la barca, quiso acercarse al Divino Maestro. Mas por la violencia del viento, tuvo miedo, y, comenzando a hundirse gritó: Señor, sálvame. Jesús le extendió al punto la mano, lo sostuvo y le dijo: Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? Y cuando estuvieron todos reunidos en la barca el viento cesó (Mt 14,22-32). Amados hijos, este episodio, aún en las sombras de la noche, sobre el lago, es de una transparencia encantadora. El humilde sucesor de San Pedro no siente todavía ninguna tentación de zozobra. Nos sentimos fuertes en la fe, y junto a Jesús podemos atravesar no sólo el pequeño lago de Galilea, sino también todos los mares del mundo. La palabra de Jesús basta para la salvación y la victoria.
Breve meditación personal
Haz silencio en tu interior y pregúntate:
- En nuestra vida cristiana, ¿dónde tenemos puesta nuestra mirada? ¿En Jesús? ¿En nuestros problemas y dificultades?
- Cuando sentimos miedo por el viento y las aguas turbulentas, ¿nos dirigimos a Jesús como lo hizo Pedro?
Acción de gracias y peticiones personales
Gracias Señor por este encuentro contigo. Gracias por hablarme a lo profundo de mi corazón y mostrarme cuánto necesito de Ti. Ayúdame a vivir la confianza en Ti no solo en los momentos buenos sino también en aquellos momentos en que permites pruebas y tribulaciones. Amén.
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Madre del Redentor, Virgen fecunda
puerta del Cielo
siempre abierta,
estrella del mar
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración
de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permanecés siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel
y ten piedad de nosotros pecadores.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.