Transcripción del audio:
Que tal amigos, yo soy Edgardo, y yo soy Erica, y este mes vamos a conversar sobre la virtud de la templanza, la que me ayuda a ordenar mi vida. Y vamos a empezar hablando de dictadura, pero no la que tiene que ver con la forma como se gobierna un país, si no de la forma como llevamos nuestra vida. Y es que cuando no hay templanza, somos presa de la dictadura de los instintos, de nuestros sentidos, de la búsqueda desordenada de los placeres.
Y justamente la virtud que nos permite encontrar ese balance entre todo lo que deseo y lo que realmente necesito y me hace bien, es la templanza. Gracias a ella podemos vivir en armonía. Y es una lucha que quizás tendremos toda nuestra vida, pero para los casados es una virtud esencial, porque yo creo que ya la vivimos a diario en ese desapego por el bien de nuestra familia. Pensemos por ejemplo, cuando hemos tenido niños pequeños, o si los tenemos actualmente, o cuando nos han enfermado, y todo lo que hacemos por proveer a nuestra familia de lo que necesitan. Es dejarnos guiar por la razón y de alguna manera es renunciar a nosotros mismos por ellos.
Sin duda la familia es una escuela para desarrollar muchas cualidades y virtudes, tienes de esa fuerza sobrenatural para renunciar a muchas cosas por el bien de los tuyo y sin sentir siquiera de que sea una renuncia que te apena. En el caso de las que somos mamás, a veces no podemos explicarnos cómo logramos sobreponernos a nuestro cansancio. De donde sale la paciencia para diferentes tareas y ocurrencia de nuestros hijos. Y mucho de ello se lo debemos a esa armonía interior que nos da la templanza.
Pero del otro lado de la orilla, pasa a veces que hay una especie de golpe de estado en nuestras vidas y esa dictadura de los sentidos parece que quiere gobernar nuestra vida, y son tentaciones que hemos vivido tantas veces, disfrazadas como algo positivo, como por ejemplo, no es malo hacer deporte, si con eso no me alejo de mis hijos, o de mi esposa. Tampoco es malo el dinero, si no se vuelve una obsesión. Y así creo que cada uno debe mirarse así mismo y ver qué vicio me impide ser libre y entregarse libremente a los demás.
La moderación que nos da la templanza nos ayuda a ser mejores, porque por un lado nos abre el desapego de las cosas materiales, incluyendo la comida, la bebida, la diversión, y por otro lado nos ayuda a comprender que todo tiene su tiempo, y por ende nos hace más generosos. Pienso también que educarnos en la templanza, nos permite afrontar etapas como la vejez, al enterarnos de enfermedades por las que pasan nuestros familiares mayores, o familiares que ya partieron, todos de hecho conocemos a alguno, y pensemos en las limitaciones de movilidad, los alimentos que deben dejar de consumir, el dolor, la incomprensión, y tanto sufrimiento. El que ejercitó bien su templanza, quizás en esos momentos va a poder ser más libre, y unirse a la Cruz de Cristo a la hora de la prueba. Además sabrás escuchar y acompañar a a aquellos que necesiten de tu apoyo, por estas situaciones de salud, y a veces de soledad que atravesamos todas las personas. Esta armonía interior nos permite hacer más compasivos, y poder entender de manera objetiva los problemas de nosotros.
Ahora nos despedimos, no sin antes invitarlos a mirarse a si mismos, ver que cosa me hace esclavo, que apegos tengo, imaginen las cosas que podría hacer uno con ese tiempo bien invertido, y cuanto bien pueden hacer a los demás, y en primera fila a nuestros hijos, que nos miran como ejemplos, y como siempre sin la fuerza del Señor no somos nada, hay que pedirle a él, que nos eduque a nosotros y a nuestra pareja en la virtud de la templanza. Si quieres algunos medios concretos para vivir la templanza, búsquennos en Facebook como Familiaris, y dennos un «like». Nos encontramos la próxima semana. hasta la próxima.