Artículos Opinión

La NBA y el Pueblo de Dios

La NBA, National Basketball Association, de Estados Unidos, es la mejor liga de baloncesto profesional del mundo. Por ahí han pasado los más grandes jugadores de la historia de ese deporte, como Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird y Kobe Bryant. Entre los latinoamericanos los más destacados son los argentinos Manu Ginobili y Luis Scola y los brasileños Leandro Barbosa y Anderson Varejão.

Actualmente LeBron James es considerado el mejor jugador en acción. La mayoría de los analistas de básquet lo ubican en la segunda posición entre los mejores de la historia, sólo detrás de Michael Jordan, gran estrella de los Chicago Bulls de los años ‘80 y ‘90.

LeBron defiende el equipo de los Cleveland Cavaliers, que ganó los 3 últimos campeonatos de la Conferencia Leste y fue campeón de la NBA el 2016. Llegó también a la final de este año de 2017, pero perdió los playoffs para los Golden State Warriors, de San Francisco.

¿Cómo fue posible superar al equipo que tiene a LeBron James? ¿Cuál ha sido el milagro obrado por los Warriors?

Sin duda, el trabajo en equipo. Es verdad que Golden State cuenta con jugadores de altísimo nivel, como Stephen Curry y Kevin Durant (que fue elegido MVP, es decir, el mejor jugador de las finales). Pero la clave de la victoria estuvo en montar un team, más allá de las individualidades, donde todos dieron lo máximo de sí para lograr juntos el título.

Un ejemplo muy claro de lo anterior, fue cómo algunos jugadores de defensa se dedicaban a despejar el camino para que Curry y Durant tuvieran espacio para lanzar los tiros de 3 puntos. A veces no nos damos cuenta, pero en el básquet y en otros deportes algunos atletas cumplen funciones para el equipo que no son vistosas, pero son fundamentales.

En la vida cristiana pasa algo muy parecido. Somos una comunidad de hermanos y hermanas en la fe, donde cada uno tiene gran importancia. Dios reparte talentos distintos a cada persona en vistas al bien de la Iglesia entera. Algunos dones son más llamativos, otros menos, pero todos son necesarios. Cada bautizado debe descubrir sus propios dones y ponerlos al servicio de los demás.

En la Iglesia, como en el deporte, no hay espacio para el individualismo ni para el egoísmo. Todos recibimos para dar. Según San Pablo, somos más que un equipo: somos un cuerpo, el de Cristo. Y en este cuerpo todos dependemos de Aquel que es la cabeza, el Señor Jesús.

La Iglesia es también un pueblo: el Pueblo de Dios que peregrina en la Tierra y que está conformado por todos los bautizados. El Bautismo es nuestra carta de ciudadanía como católicos. Por este sacramento estamos llamados a la santidad, al servicio y al apostolado.

Nos toca ser parte de la Iglesia en diferentes comunidades, parroquias o movimientos. Pero donde estemos, debemos buscar hacer fecundos los talentos personales para el bien de nuestro gran equipo, la Iglesia. Así mismo como hicieron los Warriors de San Francisco para vencer a los Cavaliers de LeBron James y ser campeones de la NBA 2017.  

© 2017 – Alexandre Borges de Magalhães para el Centro de Estudios Católicos – CEC