Por Calen Elena Villa Betancourt
En el mes de la madre y después de leer el último documento del Papa Francisco (Exhortación postsinodal Amoris Laetitia – La alegría del amor) vale la pena comentar el capítulo quinto, titulado “Amor que se vuelve fecundo”, en el que el Pontífice da una serie de consejos sabios y actuales a las madres de hoy.
Los hijos nunca serán un error. “¡Esto es vergonzoso!”, dice. Siempre hay que aceptarlos como un don de Dios, incluso cuando no estuvieron dentro de los cálculos iniciales de la pareja. Ningún sacrificio es demasiado costoso cuando se hace por ellos.
Francisco se refiere al embarazo como el momento en el que la madre participa en el “misterio de la creación, que se renueva en la generación humana”, citando a San Juan Pablo II. Esos nueve meses están llenos de sueños. En ellos la mujer se pregunta cómo será y qué vida tendrá su bebé.
Por ello pide a las mujeres gestantes que cuiden su alegría incluso en medio de los temores o preocupaciones, de los comentarios o los problemas que puedan surgir cuando se espera a un hijo.
¿Y si no ha llegado en el mejor momento? Pedirle a Dios que llene de fortaleza a los nuevos padres para aceptar plenamente a su bebé.
Los hijos no son una respuesta a las expectativas personales. Son seres humanos. “No es importante si esa nueva vida te servirá o no, si tiene características que te agradan o no, si responde o no a tus proyectos y a tus sueños”. Porque, “se ama a un hijo porque es hijo, no porque es hermoso o porque es de una o de otra manera”. El Papa aconseja esperarlo con ternura, aceptarlo sin condiciones y acogerlo gratuitamente.
Los niños necesitan el amor de su padre y su madre, que los ayuden en su madurez íntegra y armoniosa. Necesitan del amor de cada uno, pero también del amor entre ellos. Papá y mamá, dice el Papa, muestran “el rostro materno y el rostro paterno del Señor”.
Francisco aconseja integrar sabiamente la realidad del trabajo y la maternidad acompañando a los hijos de manera especial en sus primeros años de vida y advierte de los riesgos que trae la ausencia del calor que solo una madre puede brindarles. Les recuerda la necesidad de ejercitar su “genio femenino”: su maternidad, su ternura, su compasión, su capacidad de acoger -cualidades que también le otorgan deberes en su misión, necesarios para el bien de todos.
El capítulo quinto de la Amoris Laetitia está, pues, lleno de consejos profundos y muy actuales. El Papa agradece a las madres que viven de acuerdo con su vocación pues ellas son “el antídoto más fuerte ante la difusión del individualismo egoísta”.
“Una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana, porque las madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la entrega, la fuerza moral”, afirma el Papa.