Ciclo C – Navidad – Semana 3 – Domingo
06 de enero de 2019
La luz de Cristo, para una nueva vida
La invitación del Profeta Isaías a la ciudad de Jerusalén, a levantarse porque viene la luz, no obstante los sufrimientos sufridos por el pueblo, es una invitación que “hoy resuena también para nosotros que hemos celebrado la Navidad de Jesús y nos anima a dejarnos alcanzar por la luz de Belén” asegura el Papa. “También nosotros estamos invitados a no detenernos en los signos exteriores del acontecimiento, sino a volver a partir de él para recorrer en una nueva forma de vida nuestro camino de hombres y de creyentes”.
No cerrar nuestros corazones a los hermanos necesitados
Francisco evidencia que Jesús, nacido en Belén, “vino para traer salvación a los cercanos y a los lejanos”. Y partiendo del relato del evangelista Mateo, que muestra las diferentes maneras en que se puede encontrar a Cristo y reaccionar a su presencia, Francisco evidencia el miedo de los escribas “de corazón duro” que rechazaban a Jesús, y que representan en nuestros días a quienes “cierran sus corazones a los hermanos y hermanas que necesitan ayuda”.
Los Reyes Magos, abiertos a la “novedad”
El Papa contrapone la experiencia de Herodes, que buscaba su propio beneficio personal y la de los escribas “que no saben mirar más allá de sus propias certezas”, con la de los Reyes Magos, que aun viniendo de lejos y también “lejanos de la fe judía tradicional” se dejan guiar por la estrella y con coraje enfrentan un largo viaje para “conocer la verdad sobre el Mesías”: a ellos, “abiertos a la novedad”, “se les revela la más grande y sorprendente novedad de la historia: Dios hecho hombre”.
Jesús, el don para todos
Los magos vuelven “a su tierra” no sin antes ofrecer a Jesús recién nacido dones simbólicos porque – dice el Papa – “la búsqueda del Señor implica no sólo perseverancia en el camino, sino también generosidad de corazón”. Y vuelven “llevando dentro de sí el misterio de aquel Rey humilde y pobre” dice Francisco, y su experiencia constata “que la salvación ofrecida por Dios en Cristo es para todos los hombres, cercanos y lejanos. No es posible tomar posesión de aquel Niño: Él es un don para todos”.
Una alegría imposible de tener solo para sí mismos
“No permitamos que nuestros miedos cierren nuestros corazones, sino que tengamos el valor de abrirnos a esta luz suave y discreta” exhorta finalmente el Pontífice, para que podamos, “como los Reyes Magos”, experimentar “una alegría grandísima”, imposible de guardar para nosotros mismos.
María Cecilia Mutual – Ciudad del Vaticano